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286 SARA CARRARO un niño pueda hacer. Pero en ambos casos deja esta actividad. En el primero para contestar al Diablo, lo que sólo Dios puede hacer; es curioso cómo al cumplir algo divino, no se desprende completa­ mente de su acción muy humana: en efecto no quita la mano del pecho materno. En el segundo, deja de mamar para contemplar la hermosura de su Madre, mujer que él mismo ha elegido y creado, pero cuya belleza sorprendentemente lo espanta. En este momento el Hijo de Dios, al contemplar la divinidad de su Madre, es muy humano: en las dos situaciones el Dios hecho hombre prevalece sobre el niño que mama. A propósito de la leche de la Madre ya hemos visto en las citas que preceden un ejemplo en el que fray Ambrosio la define «leche sabrosa». Hay otros: ¡Oh, qué leche tan sabrosa, con que el Hacedor se cría que del cielo se te envía, de su virginal esposa . 135 El poeta dirigiéndose a la Virgen: El Pecado al dialogar con el Infante: ¿Cómo tanta fu erza cabe que en ella tienes la llave Pues conmigo tu fa vo r siempre ande, pues tu leche dio sabor, a l Dios grande, y pídele que me mande, mi tercera, dar la fuente de la vida verdadera . 136 esa leche virginal, de tu victoria real ?137 Y le contesta el Niño: Esta leche tan preciosa, pecado de tiranía, ella no es natural cosa, porque el cielo me la cría, y a mi madre se la evía para ser yo consolado . 138 135 Ib., p. 217, w . 173-180. 136 Ib., p. 220, w . 136-139. 137 Ib., w . 143-148. 138 Ib., p. 87, w . 716-720.

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