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FRAY ÍÑIGO DE MENDOZA Y FRAY AMBROSIO. 265 Montesino parece hacer suyos estos convencimientos, pero de sus obras se transparenta cierta simpatía por aquella corriente de la Observancia que se inició a mediados del siglo xv y que impulsaba a los estudios. Fue un poeta escrupuloso en la reelaboración de sus primeras Coplas, «perfeccionándolas con criterios lingüísticos y específica mente poéticos»65, así como un traductor preparado que se valió de criterios científicos. Todo esto le causó aquella «conflictividad que supone el pertenecer, de un lado, al grupo más decididamente uni versitario y humanista de la Observancia —el cisneriano— , militan do en él como lingüista, como intelectual religioso y como poeta; y, de otro, subordinar, al mismo tiempo, todo esto a la formación reli giosa del pueblo sencillo »66. Sus capacidades literarias hicieron de él un rebuscado poeta. No sólo gozó del favor real como confesor de la reina Isabel y como predicador de la corte: la mayor parte de sus obras están dedicadas a personajes de la nobleza y altas personalidades eclesiásticas de la época, y compuestas a petición de los mismos. Fue uno de los primeros frailes que ocuparon el nuevo con vento de San Juan de los Reyes, en Toledo, confiado a los francisca nos de la Observancia sobre todo para que sirviera de impulso a la reforma religiosa de conventos y fieles en general, emprendida por los Reyes Católicos. Parece que Montesino fue introducido en la corte por Hernan do de Talavera, confesor de la reina antes que él. Rodríguez Puérto- las nos documenta que en las «cuentas del tesorero de Isabel, Gon zalo de Baeza, figuran varias entradas referentes a Montesino, en que se especifican diversas ayudas monetarias y en especie recibi das oficialmente por el franciscano»67 para su orden o para comprar libros. Las fechas de tales ofrendas abarcan desde 1492 hasta 1503. Sin embargo, su presencia en la corte de los monarcas católicos es 65 Ib., p. 21. 66 R od rígu ez P u é rto la s, o. c ., p. 15. 67 Cf. E. B uceta , Fray Ambrosio Montesino fu e obispo de Sarda en Albania, en Revista de Filología Española, XVI, 1929, pp. 267-271.
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