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FRAY ÍÑIGO DE MENDOZA Y FRAY AMBROSIO. 259 Tú eres sacra donzella en cuyo vientre apacigua la Trinidad su querella y más repara la mella de la hueste más antigua; por pierde los enojos que tiene Dios contra nos; tú eres ricos antojos por cuyo medio los ojos podieron mirar a Dios. Y sigue con versos de verdaderas letanías: ¡O pureza sin escoria ¡O honrada fermosura, fuente de nuestra victoria! No tiere tan alta gloria otra pura creatura: alcangó tu dignidad al tiempo de tu engendrar la cumbre de infinidad, lo qual sin divinidad jamás nunca ovo par46. La Virgen contesta a Simeón: En aquesta razón mía contempla varón anciano por qué cabsa se os enbía en tan pequeña María misterio tan soberano, porque puedes sin recelo creer que nuestra salud la hizo el mayor del gielo en mí, la menor del suelo, por mostrar más su virtud47. Interesantes son los tres últimos versos donde Mendoza pone en antítesis «mayor» y «cielo» con «menor» y «suelo», en los que encon­ tramos otra vez el papel intermediario de la Virgen para la salud de la humanidad. S o l e d a d y sufr im ien to s El tema de los dolores de María está íntimamente ligado al de los sufrimientos de su Hijo, en modo especial a su pasión. En Men­ doza este tema es muy extendido y a menudo incluso resulta que el poeta se repite demasiado. Como su excelencia entre las mujeres se debe a la pureza en que la preservó Dios, así su dolor es único entre el género humano, porque es la Madre del que más sufrió: 46 Ibid., p. 100, coplas 291, 292. 47 Ibid., p. 101, copla 295.

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