PS_NyG_1995v042n001p0237_0299

FRAY ÍÑIGO DE MENDOZA Y FRAY AMBROSIO. 257 Preciosos son los tres versos finales de la primera copla, en los que gracias al juego de figuras retóricas, encontramos la poesía más refi­ nada de fray íñigo, no sólo por el estilo, sino sobre todo por la dulce imagen, de gusto cortesano, del Dios que pide a la doncella que le quiera y todo el concepto está enlazado por la mediación del Ángel. También en la Canción en nombre de Nuestra Señora, después del nacimiento de su Hijo, encontramos un importante trozo del Evangelio, precisamente, el del Magníficat: «Adoro tu magestad ha hecho mayor señora en la tierra y en el gielo, de toda la carne humana, pues por tu sola bondad acatando mi humildad has tomado humanidad desdel su trono del cielo, de mí, tu sierva, en el suelo. y por su sola bondad Adoren todos agora resgibiendo humanidad la bondad tan soberana, de mí, su sierva, en el suelo»40, que de las más servidora En la general alegría por el nacimiento del Hijo de Dios, cantan las jerarquías angélicas: Gozo muestren en la tierra pues que oy de una donzella y en el limbo alegría; el Hijo de Dios nasgía fiestas hagan en el gielo humillado en la carne humana, por el parto de María, para que por esta vía no halle lugar tristeza se repare en nuestras sillas en tan plazentero día, lo que en ellas fallescía 41. De la poesía del canto de los ángeles fray íñigo deja la palabra a los pastores, que con su espontaneidad se maravillan del misterio de la Virginidad de María y quieren preguntárselo: «y vermos a María, que , jura hago a mi vida, ahún quiga’lpreguntaría en que manera podía estar virgen y parida »42. 40 Ibid., p. 29, copla 82. 41 Ibid., p. 36, copla 100. 42 Ibid., p. 49, copla 138.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz