PS_NyG_1995v042n001p0237_0299

256 SARA CARRARO al tu divino cordero y por su Dios y Mexías lo adoraron de hinojos: ¡o, qué dulgor sentirías cuando tú, Virgen, lo vías con tus ojos57. tan en estremo loado, y del infante nascido, preciosa Virgen y madre, quedaba por concluido que te daban por marido a Dios Padre ! 38 Aquí el centro de la atención es el Hijo, pero los protagonistas son Dios y la Virgen. Mendoza nos describe a María como una madre un poco fría hacia su Hijo, sin la típica ternura de una mujer con un niño. En nuestro poeta la Virgen resulta ser más divina que humana, y por eso lo que podríamos considerar una actitud dema­ siado fría, para Mendoza se justifica por la excelencia de la Virgen, por su grandeza extraordinaria, su perfección purísima, que le impi­ den ser una madre como las otras. L a f ig u r a de M a r ía Vamos a ver ahora los distintos puntos de vista a través de los cuales Mendoza nos ofrece distintas imágenes de María. El primero que encontramos es el del Ángel en la Anunciación, que se presen­ ta a la Virgen con el saludo que será oración: «Dios te salve, virgen llena de la gragia de Dios Padre; ¡O virgen de culpa agena! Sábete que Dios ordena de resgibirte por madre, de cuya parte te digo estas nuevas plazenteras: Nuestro Señor es contigo, y te requiere conmigo, pues te quiere, que le quieras. Eres bendita mujer entre las mujeres todas, mas más bendito ha de ser el fijo que ha de nascer destas divinales bodas, ca éste será llamado hijo del muy alto rey, el Mexías prophetado, el que tenéis figurado y prometido en la Ley - 39. 37 Ibid., p. 158, copla 10. 38 Ibid., p. 159, copla 14. 39 Ibid., p. 10, coplas 26, 27.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz