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FRAY ÍÑIGO DE MENDOZA Y FRAY AMBROSIO. 255 que quebrantado, moriendo, y con amos se alterava anda el p ecad or barriendo quando ser Dios contemplava aquel sancto portalejo. el hijo que ella paría 35. Aquí la imagen de María parece bastante fría; el sentimentalis­ mo no brota de la compasión del lector al imaginarse la escena, sino por una invitación explícita del poeta. Ante la posibilidad de dejar espacio a su imaginación en los que podían ser los pensamientos de la Virgen, fray íñigo se rinde a la incapacidad de relatarlos, así como ya había hecho con la imagen del mosquito que hemos visto antes. Paradójicamente es San Jo sé el que más contribuye, como protagonista de la escena, a crear cierto patetismo, a pesar del papel de burla que la Edad Media le había impuesto. En las coplas de Los g o z o s d e Nuestra S eñora, Mendoza toda­ vía no quiere alargarse en imágenes de ternura maternal. Para él la relación entre Madre e Hijo sólo constituye ocasión para subrayar la pureza de la Virgen: Hízote de gozo llena tu dulce gozo segundo, quando tú, en estremo buena, sin sentir ninguna pena pariste a l señor del mundo, quel no romper su salida tu cerrado encerramiento fu e causa muy conocida p a ra que fueses parida sin tormento. ¡O nuestra perla bendita! grand razón hay que nos mueva a creer que fueste quita del dolor en que maldita p a ra en los partos fu e Eva; pues que fu e tu engendrar sin varón y sin pecado, de aquel antiguo pecar, tu parir no ha de heredar ser p en ado 36. Como se puede ver muy poco se refiere al gozo de una madre hacia su hijo. Mejor es en el tercer gozo: Fue p lacer muy excelente el de tu gozo tercero, cuando traxeron presente los tres magos de Oriente ¡O, quánta gloria sentiste quando después de adorado de tales personas viste el hijo que tú pariste 35 Ibid., coplas 66, 67. 36 Ibid., p. 157, coplas 6, 7.

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