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FRAY ÍÑIGO DE MENDOZA Y FRAY AMBROSIO. 253 imagen preciosa que nos ofrece el poeta, en la que se percibe el dolor de una madre al ver su niño herido. Pero Mendoza no se alar­ ga en esta imagen de ternura maternal, sino que empieza su crítica hacia las falsas circuncisiones de su época. El dolor de la Virgen comprende también la preocupación para la profecía que Simeón le hace: Y tú su madre, escogida para tan altas coronas, quales son ser conosgida por parienta no fingida de las divinas personas, ca eres, ¡o tesorera de todo nuestro remedio!, la fija de la primera, esposa de la tercera y madre de la del medio51. Mendoza no pierde ocasión para explicar a su público el paren­ tesco de la Virgen con la Trinidad. La suya es una alusión para oyen­ tes que ya conocían el misterio de la Trinidad, es decir, que fray íñigo no se pierde en largas explicaciones teológicas o clarificacio­ nes para profanos, sino que se limita a recordar a su público de cor­ tesanos lo que ya deberían saber. Finalmente, el poeta nos da una descripción, aunque no deta­ llada, de la Virgen: La más baja en humildad, la más alta en nobleza, la perla de sanctidad, con graciosa honestidad disimuló su tristeza 32. Precioso el adjetivo «graciosa» que, junto al sentido de llena de Gracia, nos permite imaginar todo el conjunto de gestos de la Virgen. Es solamente en la última copla de Los gozos de nuestra Seño­ ra donde encontramos la descripción del cuerpo de la Virgen, pero tampoco aquí tenemos una descripción física, sino espiritual: 31 Ibid., p. 99, copla 288. 32 Ibid., p. 101, copla 293-

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