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234 ANDRÉS S. ÁLVAREZ camente el rechazo total de este principio puede devolver el equili­ brio a la naturaleza 64. Pero la igualdad cósmica predicada por San Francisco no es ontológica, sino que se vincula con la paternidad universal del Dios, como observa San Buenaventura: «Lleno de ter­ nura al considerar el origen común de las cosas daba a todas las criaturas, por pequeñas que fueran, el dulce nombre de hermanas, pues sabía que todas tenían en él un mismo principio»65. San Francisco vive en un universo jerarquizado, donde existen distintos niveles del ser. Aunque su amor no excluye a nadie, reco­ noce una especial dignidad en el ser humano redimido por la san­ gre preciosa de Cristo Jesús 66. Para San Francisco el hombre no es el centro del universo, no es la fuente de todo valor, no es la medi­ da de todas las cosas, pero nos equivocaríamos si redujéramos la fraternidad universal a un igualitarismo biológico. San Francisco renoce en la criaturas tres clases valores que determinan el lugar que guardan en el universo: intrínseco, intru- mental y sacramental. Por eso coloca en primer lugar al hermano Sol en el «Cántico a las criaturas». El sol no solamente es bello y radiante; es también útil. Sin el sol no habría vida en la tierra, pero sobre todo es un reflejo del Altísimo. Como ninguna criatura da tes­ timonio del Creador. Otros escritores han calificado a San Francisco de romántico y soñador. Sus ideas sobre la comunión innata del hombre con las demás criaturas pueden sonar muy bellas en nuestros oídos, pero resultan poco aptas para una sociedad cuyo desarrollo depende, en gran parte, de la transformación del medio natural. El ideal no es una naturaleza salvaje, sino modificada por la mano del hombre para hacer de ella un lugar habitable para la humanidad. Dubos 67 consi­ dera que una actitud respetuosa y contemplativa no es suficiente, ya que el hombre nunca ha sido testigo pasivo del acontecer natural. Si es cierto que la intervención del ser humano sobre el medio ha sido 64 Paul W. T aylor , Respect fo r nature, Princetown, New Jersey, Princetown University Press, 1986. 65 San B uenaventura , Leyenda mayor, 8,6. 66 Ibid., 8,1. 67 René D ubois , Un Dios interior, Barcelona, Biblioteca Científica Salvat, 1986, p. 138.

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