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228 ANDRÉS S. ÁLVAREZ do de la naturaleza, no pertenece a ella, porque está hecho a ima gen de Dios» no parece correcta, pues invalida su pertenencia terre na. El que un hijo se parezca al padre no impide que posea tam bién rasgos característicos de la madre. De hecho, la idea de la dualidad entre el hombre y la naturaleza es extraña a la Biblia. Pro viene de herejías condenadas por la primitiva Iglesia cristiana, como el gnosticismo y el maniqueísmo, con su cosmología de los dos prin cipios, claridad y obscuridad y la actitud pesimista hacia el mundo y la naturaleza humana, obra de un dios inferior. De acuerdo con Bonifazi, los escritores del Antiguo Testamento conciben el cuerpo y el alma tan íntimamente unidos que no encuentran en ellos una distinción fundamental. Son lo «interno y los externo de una perso na... El hombre es el cuerpo animado o el alma encarnada»47. En la Biblia el hombre y la naturaleza participan de un mismo destino. La tierra comparte con el hombre las bendiciones y las mal diciones. Aún más, tanto bendiciones como castigos son consecuen cia del comportamiento humano, el único ser dotado de libre albe drío para decidir sobre el bien y el mal. La alianza de Dios no se limita a los seres humanos, sino que incluye también a la tierra. Des pués del diluvio universal, que afectó a todas la criaturas, y en el cual el arca representa el instrumento de salvación para ambos, hombre y animales, Dios hace esta solemne promesa a Noé: «Establezco mi alianza contigo, con tus descendientes, con todo los vivientes, con los pájaros, ganado, reptiles y todo lo que hay en el arca»48. Esta dimensión ecológica se afirma en el Nuevo Testamento, sobre todo en la doctrina paulina de la redención universal por Jesu cristo, de la que el diluvio universal viene a ser un símbolo. San Pablo imagina una liberación cósmica, que incorpore a la naturaleza junto con todos los seres humanos. Como el pecado de Adán afectó a toda la creación, la obra redentora de Jesucristo se aplica también al mundo subhumano que ha estado «clamando» por su liberación desde el principio49. En el pensamiento paulino, la salvación no es sólo un asunto individual, sino social, ecológico. No estará comple- 47 Biblical Roots o f an Ecological Conscience, This Little Planet. (Ed.) Michael Hamilton, Nueva York, Charles Ecrobner’s Sons, 1970, pp. 203-233- 48 Génesis 9,9-10. 49 Romanos 8,22-23.
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