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224 a n d r és s. A lv a r ez trucción del medio ambiente. Durante los gloriosos días del Imperio Romano la demanda de vivienda, construcción de naves y propósi­ tos militares contribuyó en gran parte a la reducción de los bosques de la región. En opinión de Hughes, muchos factores se conjugaron en la caída del Imperio Romano y es imposible aislar uno sólo de ellos; sin embargo, hay cierta evidencia de que la desforestación y la erosión de la tierra contribuyeron indudablemente al colapso de la civilización romana. Los romanos explotaron en exceso sus recursos naturales y no pudieron conservar el balance ambiental necesario para sobrevivir. Por el contrario, Pollard hace notar que, durante el antiguo pe­ ríodo de Israel, los judíos modificaron el paisaje natural en un eco­ sistema agrícola intenso, sin evidencia de extensa degradación ecológica, debido en parte a la falta de avance tecnológico. «De hecho —escribe— fueron los griegos, los romanos politeístas los precursores de los desarrollos tecnológicos, particularmente los romanos, con avanzada tecnología hidráulica. No es sorprendente que esos países sufrieran la destrucción ecológica» 37. La degradación ambiental en Palestina apareció poste­ riormente, cuando muchos judíos abandonaron la tierra y la escasez de mano de obra permitió el colapso de las laderas de terraplén, ocasionando la erosión del suelo. En resumen, el abuso de la naturaleza por parte del hombre es tan antiguo como la humanidad. No hay pueblo o civilización en la historia humana que no pueda compartir cierta responsabilidad por el deterioro ecológico del medio ambiente. Si actualmente sufrimos una crisis ecológica de proporciones que no habían sido experimen­ tadas anteriomente se debe, según Dubois, a la demografía y al carácter de la tecnología moderna y no a las ideas que el Occidente heredó de la Biblia. En todo el mundo y en todas las épocas, escribe Dubois, los hombres han saqueado a la naturaleza y alterado el equilibrio eco­ lógico; generalmente lo han hecho por ignorancia, pero también porque siempre se han interesado más por las ventajas personales 37 Nigel P o llard , The Israelites and the Environment, The Ecologist, vol. 14, n. 3, 1984, pp. 125-133.

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