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222 ANDRÉS S. ÁLVAREZ Attfield sostiene que son varias las actitudes hacia la naturaleza que se encuentran dentro del cristianismo, que hay una corriente antropocéntrica proveniente de Orígenes y Pedro Lombardo, mien­ tras que otros, como San Basilio y San Crisóstomo, adoptan una acti­ tud benevolente hacia la tierra. Por eso, concluye Attfield, que el despotismo no es central a la tradicción cristiana y que es falso sostener que en el cristianismo predomina una actitud despótica y arrogante hacia la naturaleza 32. Si la Biblia es responsable de la crisis ecológica actual, ¿cómo se explica el deterioro ambiental de las sociedades pre-cristianas o no cristianas? Paul St. Martin 33 cuestiona la hipótesis comúnmente acepta­ da de la extinción de mamíferos del Pleistoceno por un repentino cam­ bio climático, y sugiere que «el hombre fue el responsable de dicha extinción», diciendo que fue un caso de «overkill», no de «overchill». Por otra parte, algunos historiadores sostienen que la desfores­ tación comenzó en el Neolítico, cuando, como resultado de la Revo­ lución Agrícola, la gente comenzó a practicar la técnica de cortar y quemar, que acabó con extensas áreas boscosas para dedicarlas a la cría de ganado y a la explotación agrícola. El ganador del premio Pulitzer, Gary Snyder, reconociendo que la raíz de nuestras dificultades ecológicas está en nuestra cultura, McDaniel la crisis ecológica se debe a la perspectiva substantivista que adoptó el pensamiento cristiano, tomado de la filosofía griega a través de la Escolástica. Chris­ tianity an d the Need fo r a New Vision, Religion and Environmental Crisis, Ed. Eugè­ ne C. Hargrove, Athens, University of Georgia, 1986. Bulhof, por su parte, sostiene que ese dualismo surge en la Edad Media con la adopción del aristotelismo, se inten­ sifica con los nominalistas y el mecanicismo de Bacon y Descartes y se consuma con el darwinismo que, si por una parte considera al ser humano como fruto de un proceso evolutivo, por otra, ve al hombre en una lucha perpetua contra la naturale­ za. A diferencia del hombre medieval, que se sentía solidario de la naturaleza, la cultura moderna experimenta una constante hostilidad con el medio. lise B ulhof , Experienced Nature: A Comparison Between Early Medieval a n d Modem Encoun­ ters with Nature, Diogenes, Primavera, 1973, pp. 22-26. 32 Robin A ttfield , Western Traditions a n d Environm ental Ethics, Environ­ mental Ethics. Editado por Robert Elliot y Arran Gare, Pensylvania State University, 1983. 33 Paul ST. M artin , Pleistocene Overkill, Natural History Magazine (diciem bre, 1967, pp. 32-38).

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