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192 JUAN DE SAHAGÚN LUCAS b) Conocimiento d e Dios desde la experiencia d e la subjetividad hum ana Toda la filosofía moderna, cuyo gran mérito fue haber descu bierto la grandeza y originalidad del sujeto humano, ofrece una forma peculiar de presentar el problema de Dios. No es ya desde la experiencia del mundo desde donde clama por el Absoluto, sino desde la precaria finitud de la propia subjetividad. De ahí que Dios, más que como autor del universo, aparezca como el sujeto subsis tente que garantiza y avala la misma interioridad del hombre. Desde Descartes a Husserl, con variantes convenientemente matizadas, ésta será la perspectiva general de la búsqueda de Dios. Pasando por alto el humanismo renacentista de Nicolás de Cusa y de Jordano Bruno, que más que contemplar a Dios en sí mismo lo diluye en su despliegue y desenvolvimiento en las cosas, fijamos nuestra atención en los filósofos modernos, cuyo principal propósi to es establecer la racionalidad del universo a imitación del pensa miento humano. Convencidos de que el hombre es el pináculo de la creación, no dudan de la capacidad de éste para explicar y con trolar toda la realidad y hacerse con la única verdad, la del mundo y la de Dios. Los representantes de un primer movimiento, que muy bien puede llamarse gnoseológico y que está encabezado por Descartes y Kant, sitúan por encima de la subjetividad humana otra infinita que, a la vez, la limita y garantiza. Otros, de corte propiamente metafísico, como Spinoza y sus seguidores, no ven la realidad expe- riencial más que como mediación de la divina, única que es en sí y por sí. Unos y otros se proponen superar el dualismo filosófico grie go y escolástico (mundo-Dios), sustituyéndolo por una concepción unitaria de la realidad en la que la razón especulativa termina por absorber al mundo y al hombre en Dios. Esta reflexión llevará a Spi noza a afirmar lo siguiente: «Todo lo que es, es en Dios, y nada puede existir ni ser concebido sin Dios»4. El giro copernicano emprendido por Kant, que pone en solfa el pensamiento metafísico de sus predecesores, exige imperiosa- 4 B. S p in o z a , Ética, I, def. 15 y 16, Madrid 1975.
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