PS_NyG_1995v042n001p0187_0205

190 JUAN DE SAHAGÚN LUCAS a) Experiencia d el mundo e idea d e Dios El encuentro con Dios desde la experiencia de la realidad adquiere especial realce en los momentos históricos, en los que el hombre analiza su entorno y descubre en él una deficiencia consti­ tutiva insalvable sin la intervención de un agente extraordinario que se sitúa por encima del flujo de las cosas y de los acontecimientos. Es el caso de la filosofía antigua y medieval. El carácter especulativo de los griegos los conduce muy pronto a buscar a Dios por el camino de la abstracción, concibiéndolo como Absoluto superior al mundo y meta irreversible. Mediante la reflexión sobre las cosas tratan de purificar la trascendencia y digni­ dad del Primer Principio desfigurado por la religión naturalista y mítica de sus antepasados. Tanto en los Presocráticos como en Platón y Aristóteles, la natu­ raleza (Physis) representa el ámbito comprensivo y abarcante de la realidad entera, de modo que ningún ser puede considerarse sus­ tancialmente distinto de los demás y aislado del conjunto. No obs­ tante, los Presocráticos intuyeron ya de alguna manera el carácter absoluto de esta naturaleza, que la convierte en razón permanente e inalterable, rectora del universo. «Queriendo o sin querer, escribe Heráclito, se la debe llamar Zeus» (Diels, 22b32,1.70). Pero serán Platón y Aristóteles los que con métodos diferentes, intuitivo el primero y discursivo el segundo, logren un alto grado de sistematización en sus respectivas doctrinas acerca de Dios. Pasando de una visión imperfecta a otra cada vez más clara, el alma —enseña Platón— , que en una existencia anterior había estado en presencia de la realidad inteligible — la Idea— , llega a la contem­ plación de la Verdad en sí misma, a la cual debe retornar mediante la superación de lo sensible e inmediato. Con un procedimiento distinto, Aristóteles se convence de que más allá del engranaje y de los avatares de este mundo tiene que existir una primera sustancia ontológicamente superior que dé cabal razón de todo cuanto existe. Un primer principio, motor inmó­ vil, al que el hombre llega por imperativos de su razón, que lo obli­ ga a remontar la pendiente de lo conocido para instalarse en la cima de lo desconocido. Semejante entidad no puede ser más que la pie-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz