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DIOS, PROBLEMA FILOSÓFICO 203 bida en actitud de fe. Pues bien, en esa relación palabra/fe es donde se plantea el problema de Dios y se comprende la humanidad del hombre 18. Si habla al hombre a partir de él mismo, Dios no está ya por encima ni más allá, sino en el hombre y con el hombre; pertenece a su hacerse en contacto con lo caduco y efímero; se sitúa no en la distancia, sino en la cercanía; se encuentra en el amor. Es, por con­ siguiente, un Dios que viene hacia la nada del mundo y del hombre simbolizada y expresada, en el sentido más fuerte de la palabra, en la muerte del Crucificado. Esta identificación de Dios con el Crucifi­ cado es, para Jüngel, el único recurso para traerlo al pensamiento concreto. Por eso es misterio, pero no en el sentido de enigma insonda­ ble, sino en la medida en que incita al hombre a sobrepujarse a sí mismo en la fe y la esperanza, para alcanzar así la verdadera auto­ nomía y el futuro irreversible. Todo ello supone una tensión que culmina en el acontecimiento de la cruz. ¿Ha muerto, entonces, Dios? De ningún modo. Se encuentra oculto en el corazón del mundo, identificándose con él en un «venir más que necesario» por el que la nada del mundo queda superada y el nihilismo del hom­ bre finito es vencido. La palabra amorosa que comporta semejante venir fundamenta el amor verdadero, único movimiento de diálogo con el otro y lugar de la revelación de la esencia íntima de Dios. Esencia que lo lleva al mismo tiempo hacia sí mismo y hacia lo que no es. Por eso concluye Jüngel que, mientras el Dios muerto de la metafísica clásica y del idealismo moderno no resucita, el Dios vivo que siempre viene es reconocible por el hombre abierto a la pala­ bra, es decir, al otro 19. Sin discutir ahora los extremos de esta postura, nos atrevemos a formular a su autor la siguiente pregunta: ¿El ser de Dios, simultá­ neamente hacia sí y viniendo hacia la nada en su desbordamiento, no coincide, en términos de ente y de ser, con el Dios causa sui y del mundo propugnado por los antiguos? En otras palabras: ¿La autodeterminación de Dios no es la causa sui que, al afectar a su 18 Cf. Ibid., 319-324. 19 Cf. Ibid., 244-295.

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