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202 JUAN DE SAHAGÚN LUCAS rostro del otro, cuyo dolor nos sobrepuja. Este trascendimiento es precisamente, para Lévinas, la trascendencia de lo infinito. Lévinas traza su discurso sobre el convencimiento de que la idea de lo infnito no constituye el término de una especulación racional, sino que viene al individuo humano en la apertura al otro, en el cara a cara con el prójimo, como invitación a desbordarnos y superarnos a nosotros mismos en la dádiva total. En la responsabili­ dad y completa disponibilidad para con los demás se nos revela el Infinito, porque es la forma de trascender nuestra limitación y de abrirnos a alguien mayor que nos supera. Al ponernos a disposi­ ción del otro, se hace patente la gratuidad que nos caracteriza y se escucha al absolutamente otro en que se funda lo más humano del hombre. Se abre una brecha hacia Dios. Aquí se inicia un discurso teológico: la exigencia ética es universal y signo de irreversibilidad l6. No está muy lejos de este procedimiento la actitud de otro pen­ sador en constante auge en nuestros días. Me refiero a E. Jüngel, que en su discurso subraya el hecho de la autonomía humana tal como aparece en el contexto cultural de hoy. La competencia técni­ ca, cada vez más poderosa, ha convertido al hombre de la última mitad del siglo xx de elaborador del mundo en su fabricador y cons­ tructor. Un hombre con estos poderes no puede conectar ya con un Dios necesario, fundamento y garantía del orden cósmico, que ha perdido su lugar al quedarse sin función y sin tarea. A pesar de todo, Jüngel no pierde la perspectiva de lo divino, como veremos a conti­ nuación n. La espera mantenida por Heidegger es sustituida en Jüngel por la fe en la Palabra de Dios. Partiendo del princpio de que el pensa­ miento se desarrolla solamente en la relación que se crea entre el que habla y el que escucha, Jüngel concluye que Dios es el hablan­ te desde sí mismo, en tanto que el hombre es el que acoge esta palabra y se abandona a ella. Por eso lo define como el ser adlo- quiado por Dios, de modo que Dios, lejos de ofrecerse como garan­ tía de algo (verdad, certeza), dirige una palabra que exige ser reci- 16 Cf. E. L é v in a s, Totalidad e infinito, Salamanca 1977, 64-76, 282-286; Id., De otro modo que ser, o más allá de la esencia, Salamanca 1987, 204-230. 17 E. Jü n g e l, Dios como misterio del mundo, Salamanca 1984, 77-82.

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