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198 JUAN DE SAHAGÚN LUCAS yenta definitivamente la carcoma de la nada y borra del horizonte el absurdo. Sólo una realidad semejante es capaz de sustentar el universo y dotar de sentido a las tendencias y esfuerzos de la crea­ ción entera, que alcanza su cénit en el hombre. Sabedor de que nin­ guna sociedad es perfecta, si no tiene garantizados los valores abso­ lutos que le pertenecen, Teilhard introduce en su utopía el elemento trascendente y religioso y pone en Dios su garantía. «Por esto es por lo que el Centro hacia el que gravitan los elementos del Espíritu —bajo una atracción que los anima—, hacia una unidad que debe ser la suya, no es otra cosa que una realidad trascendente», escribía ya en Escritos del tiempo de la guerra 11. En opinión de Teilhard, la sociedad humana sólo llegará a su paroxismo si abandona su soporte orgánico e histórico y se centra en Uno mayor que ella por encima del tiempo y del espacio. A esta misma meta apuntan los francfortianos Adorno y Hor- kheimer, para quienes no existe verdad absoluta y la ética quedaría reducida a una cuestión de capricho o de gusto, si no hay valores imperecederos. «El anhelo de la justicia cumplida —concluye el últi­ mo— , que alienta en todo hombre, es la mejor prueba de que la realidad histórica no es la última, ya que esta justicia jamás podrá ser realizada en la historia secular»12. Resumiendo, podemos decir que todos estos pensadores, a pesar de sus divergencias nada desdeñables, claman por la existencia de un ser trascendente, Racionalidad pura y Espíritu absoluto, especie de superente o ser singularísimo en necesaria conexión con lo que está aconteciendo. Es la ontoteología que lamentaba Heidegger. Pues bien, desde que Heidegger enseñó «las diferencias ontoló- gicas» y nuestro Zubiri consignó la diferencia entre ser y realidad e introdujo el concepto de religación ha surgido otro género de bús­ queda racional de Dios que, más que como problema, lo ve como misterio que atañe constitutivamente al hombre. La deidad no es ningún ente real, sino el «poder de lo real» o realidad fundamental. 11 P. T e ilh a r d d e C h a r d in , Escritos del tiempo de la guerra, Madrid 1966, 225. También Elfenómeno humano, Madrid 1965, 243, 271-272, 367; Direcciones del por­ venir, Madrid 1974, 161-163, 187. 12 M. H o rk h e im e r, Die Schusucht nach dem ganz Anderen, Hamburgo 1970, 69.

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