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134 JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ MOLINERO hace recordar, como su referente doctrinal, precisamente al darwi- nismo: Haeckel, Weissmann, Klaatsch, Ranke, Westenhofer, Kóhler, G. Schwalbe...25. Mas esto no significa, sin embargo, que todas sus afirmaciones de signo evolucionista sobre el hombre supongan una aceptación absoluta del darwinismo. Al contrario, en algunas de ellas, por ejem plo, tras caracterizar al hombre como autómata, o como animal, bien que «glorioso», etc., Ortega, adjetivamente, determina o especi fica a éste precisamente rechazando la hipótesis de la adaptación de las especies y definiéndolo concretamente como «un glorioso ani mal inadaptado». Por consiguiente, también a partir de éstas y otras referencias de tipo biológico sobre el hombre, especialmente a causa de su carácter de afirmaciones fundamentales sobre el mismo, es posible descubrir y desarrollar aspectos propios de una antropología para la que, con frecuencia, suele reservarse el denominador de cientí fica 2Ó. 4.° La definición del hombre como acción, que se refleja en determinados calificativos orteguianos relacionados, en su significa do, con aquéllos, tales como: «quehacer», «faciendum», «libertad», «res ponsabilidad», «plasticidad», etc., nos hace evocar, igualmente, una antropología cuyo nervio filosófico es precisamente la acción, a dife rencia, por ejemplo, de la dualista antropología tradicional, que ha estado referida primordialmente a la dicotomía alma-cuerpo y no al nexo de la acción existente entre ambos. Ciertamente, desde el punto de vista histórico, más que de una, hay que hablar de múltiples, o distintas, antropologías de la acción. No obstante, a partir, por ejemplo, de determinadas premisas nietz- scheanas es de resaltar —finalizada ya la tercera década de este siglo— , como cultivador especialmente significativo de este tipo de antropología filosófica, la figura de Arnold Gehlen. 25 Cf., por ejemplo, O r t e g a , El « Quijote » en la escuela, II, 280, 284; La inteli gencia de los chimpancés, III, 574 y ss.; La querella entre el hombre y el modo, III, 551-557. 26 Cf., por ejemplo, Max S cheler , Die Stellung des Menschen im Kosmos, cit., 9; trad. El puesto del hombre..., 24.
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