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182 JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ MOLINERO espíritu es soberano de sí mismo, autárquico, suprema ley de sí mismo, generador de los propios actos volitivos e intelectivos en que consiste. Mas, a la vez, y por otra parte, respecto de lo que es el estrato inmediatamente inferior a él, el espíritu impera sobre éstos. Cual autoridad suprema, el espíritu, o el “yo”: «asiste a ellos como espectador, interviene en ellos como jefe de policía, sentencia sobre ellos como juez, los disciplina como juez. Es curioso investigar el repertorio de eficientes acciones que posee el espíritu sobre el alma, y, por otra parte, notar sus lími­ tes- 175. Por último, destaquemos que, si por persona, según Ortega, se entiende «ser origen de los propios actos»176, el espíritu, el estrato superior de la persona, representa, o es, 4o más personal» de la per­ sona. No es «lo más singular o individual». Esto, según hemos seña­ lado ya, corresponde al alma. Más esto quiere decir, a su vez, que al espíritu le corresponde una dimensión «pública», «universal». Vivir desde el espíritu significa no vivir desde sí mismo, sino desde lo universal: «Un espíritu que funcionase por sí y ante sí, a su modo, gusto o genio, no sería un espíritu, sino un alma»... de El puesto del hombre en el cosmos: «... el impulso afectivo de la planta supone un centro ; ... en el animal existen la sensación y la conciencia, y, por tanto, un punto central al que son anunciados sus estados orgánicos; ... ahora bien, el hombre lo está por tercera vez en la conciencia de sí... La persona, por tanto, debe ser conce­ bida en el hombre como el centro superior a la antítesis del organismo y el medio» —las cursivas son nuestras— (cf. Max S cheler , Die Stellung..., 60). Evidentemente, con lo expuesto no queremos decir que el pensamiento antro­ pológico de Scheler y Ortega no diverjan, pues, entre otras cosas, Scheler pretende establecer, a través del espíritu, una característica relación metafísica con el funda­ mento del universo —Weltgrund— (cf. S ch eler , /. c., 37; trad. esp., 54), lo cual no sucede en Ortega. Simplemente queremos dejar constancia de ciertas corresponden­ cias terminológicas, cuya interpretación no tiene por qué marchar en la misma direc­ ción. 175 O rtega , /. c., 463, 461, 462. 176 O rtega , /. c., 467.

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