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ORTEGA Y LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA 181 espíritu, por su parte, constituye la cima de nuestra persona. Pero no significa el espíritu entidad metafísica alguna existente tras los fenómenos. El estrato del espíritu alude a, o se diluye en, actos o fenómenos que son patentes. El espíritu es actualidad: «Llamo espíritu al conjunto de los actos íntimos de que cada cual se siente verdadero autor y protagonista. El ejemplo más claro es la voluntad... lo propio acontece con el pensamiento»172. Estos actos o fenómenos íntimos, volitivos e intelectivos, son, en calidad de tales, instantáneos, puntuales, no duran. Ocurre con ellos lo contrario que con los fenómenos anímicos, los cuales duran o se alargan en el tiempo, ocupan tiempo. Aunque, para expresar el esfuerzo que nos cuesta llegar a entender o decidir algo, utilicemos expresiones con carácter de gerundio, como «estar pensando» o «estar queriendo algo», propiamente; sin embargo, los actos de pen sar son como «un relámpago mental» y, del mismo modo, la volición «es un rayo de actividad íntima, se quiere o no de un golpe»173. Estos actos espirituales son ejecutados por alguien. Los conce bimos como surgiendo de un centro último y superior. Y así deci mos: «yo quiero», «yo entiendo». Ortega destaca al respecto un «punto céntrico en nosotros»; «un centro de mi ser que es la mente, el espí ritu, o el yo»; esa especie de punto psíquico que llamamos “yo” (el yo que quiere, el yo que entiende); «el núcleo personalísimo del “yo”»..., etc. Dicho brevemente, destaca que el espíritu es el yo. Constituye, pues, el espíritu el centro último y superior de la persona, de mi s e r174. Desde ese nivel supremo que le es propio, el 172 Por su parte, dice asimismo Max Scheler: «El espíritu... es actualidad pura; su ser se agota en la libre realización de sus actos. El centro del espíritu, la persona, no es, por tanto... sino tan sólo un plexo y orden de actos... que se realiza conti nuamente a sí mismo en sí mismo» (Max S cheler , o . c ., 48; trad. esp., 65). 173 O rtega , /. c., 461-462. 174 Aunque sea abundando en repeticiones, insisto, una vez más, en prestar atención a Max Scheler como punto de vista comparativo de ciertas afirmaciones de Ortega, dejando pendiente para un estudio posterior la investigación sobre si tales expresiones surgen anteriormente en Scheler y, consecuentemente, sobre si, a partir de ellos, hubo influencia en Ortega. Pero, aunque aquí no podamos entrar en la dilucidación de estos puntos, por lo pronto llaman la atención estas formulaciones
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