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180 JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ MOLINERO nes espaciales, volumétricas, en definitiva geométricas 170. En oca­ siones, además, puede acrecentarse tanto el volumen de algunos de nuestros sentimientos, impulsos o inclinaciones..., o, dicho de otra manera, estos nos inundan de tal modo, que el volumen anímico semeja desbordarse y corre peligro la autonomía de éste al quedar sumergido en él el estrato superior del espíritu. Por encima del alma, finalmente, está, entonces, el espíritu que, por su parte, carece de dimensiones volumétricas: «El espíritu, el “yo” no es el alma: pudiera decirse que aquél está sumergido y como náufrago en ésta, la cual le envuelve y ali­ menta» 171. c) El estrato superior de la persona: el espíritu Pasemos, seguidamente, a la descripción del estrato superior de la persona. Si, como hemos dicho anteriormente, la vitalidad representa el cimiento o plinto de la persona, y el alma su zona intermedia, el 170 «Hay que reconocer tamaño a las almas como a los cuerpos, como ocurre, por ejemplo, cuando se habla de hombres magnánimos y pusilánimes- ( O r teg a , Para una psicología del hombre interesante, IV, 467). Y, en otro pasaje: «El volu­ men esferoide del alma: el yo del alma tiene, pues, un área dilatada y, como si dijé­ ramos, una extensión psíquica, en cada uno de cuyos puntos puede nacer un acto emotivo o impulso diferente. Y como los sentimientos, deseos, etc., son más o menos profundos, más o menos superficiales, habremos de pensar el alma a la manera de un volumen euclidiano con sus tres dimensiones. Los que consideren poco centífico el empleo de analogías especiales padecen un error trivial, que hace ya tiempo ha sido superado por la verdadera ciencia. Nada psíquico es extenso, pero sí es “quasi extenso”, con lo cual basta para una psicología descriptiva- ( O rte ­ g a , Vitalidad, alma y espíritu, II, 466). Por último: «¿Se ha advertido la geometría sentimental del hombre enamorado?» ( O rtega , /. c., 469). 171 O rteg a , Vitalidad, alma y espíritu, II, 462. Leemostambién en Max Sche- ler: «El nuevo principio, que hace del hombre un hombre, es ajeno a todo lo que podemos llamar vida... Los griegos lo llamaron razón. Nosotros preferimos emplear... una palabra más comprehensiva... Esa palabra es espíritu. Y denominaremos perso­ na al centro activo en que el espíritu se manifiesta...» (Max S ch eler , DieStellung..., 37-38; trad. esp., El puesto del hombre..., 54-55).

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