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ORTEGA Y LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA 171 o raíz a la vida en cada caso?141. La cuestión es, entonces, acerca de cuál de los estratos predomina por encima de los otros, pues es ello lo que explica la multiplicidad humana. Explicitemos, pues, cada zona o región de la persona con el fin de descubrir su funcionalidad en la tectónica de la misma, y la consecuente variedad tipológica humana. Mas, para ello, arranque mos del estrato más profundo y oscuro: la vitalidad. Y, tras pasar por el intermedio y semiclaro del alma, intentemos llegar al más elevado e iluminado del espíritu. Es decir, atengámonos a esa espe cie de graduación en nivel y luminosidad que pone de relieve Orte ga en la arquitectura de la persona: En la base, una zona oscura y subconsciente; en el intermedio, otra más clara que la anterior, pero menos luminosa que la siguiente; y, en la cima, la más iluminada 142. a) El estrato profundo de la persona: la «vitalidad» o el «alma corporal» Impugnando el lema implícito en el título de la obra del nórdi co Kierkegaard: «O lo uno o lo otro», Ortega, paradójicamente, pres ta acogida a lo que estima como un requerimiento de quien, por cierto, pasa por ser un admirador del pensador danés: Unamuno. Frente a cualquier consideración amputadora, parcial, unilate ral, alternativa, dualista, etc., sobre el hombre que, o bien se ciñe exclusivamente al cuerpo, o bien al espíritu, Ortega trata de resal tar como —dice— «con un hondo sentido católico, Unamuno demanda: la salvación del cuerpo»143; habla, con metáforas pseu- 141 O rtega , /. c. 142 «Entre la vitalidad, que es, en cierto modo, subconsciente, oscura y laten te, que se extiende al fondo de nuestra persona como un paisaje al fondo del cua dro, y el espíritu, que vive sus actos instantáneos de pensar y querer, hay un ámbito intermedio más claro que la vitalidad, menos iluminado que el espíritu y tiene un extraño carácter atmosférico. Es la región de los sentimientos y emociones, de los deseos, de los impulsos y apetitos: lo que vamos a llamar, en sentido estricto, alma —la cursiva es nuestra— (O rtega , l. c., 462). 143 «Se trata de eso: de salvar todo, también la materia, no de ser tránsfugas. Necesitamos no perder ningún ingrediente: alma y cuerpo... El tiempo nuevo avan za con letras en las banderas: “Lo uno y lo otro”. Integración. Síntesis. No amputa ciones» (O rtega , /. c., 455).
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