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132 JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ MOLINERO Mas todavía. Teniendo también en cuenta que muchas de las aseveraciones fundamentales, que acabamos de mencionar, nos hacen evocar otras iguales, o similares, que subyacen, o están pre­ sentes a lo largo de la historia, en concepciones antropológico-filo- sóficas diversas, o que sirven de áv0Qa)JTivov sustentador de corrien­ tes o direcciones antropológicas incluso heterogéneas, es posible, a nuestro juicio, a partir de las definiciones filosóficas fundamentales sobre el hombre que nos ofrece Ortega, desarrollar hasta líneas dis­ tintas de pensamiento antropológico-filosófico como las siguientes: 1.° Por ejemplo, desde el estudio de las relaciones —que deben ser exactamente precisadas en este caso— que el filósofo español pretende sospechar, o incluso afirmar, entre lo que es su concepción filosófica de la «circum-stancia»21 como elemento esen­ cial del Yo, la afirmación radical de la vida humana, el concepto de «gente», o la interpretación de las cosas como Jigáy^taxa, e tc .22, y el existencial heideggeriano de la «mundanidad», el «fenó­ meno» (entendido éste en el sentido heideggeriano) de la «existen­ cia», el modo impropio de ser sí mismo que tiene su expresión en el «se» (Man), la noción ontológico-fundamental del «ser útil» (Zuhandenheit), etc., se pueden poner de relieve aspectos antro- pológico-filosóficos relevantes y peculiares de una «antropología vitalista» que pretende tener su correspondencia en la que, en con­ sonancia con la jerga heideggeriana, cabe calificar como una «antropología existencial»23. 2.° La acentuación de la dimensión de la historia como ele­ mento definidor —frente a la dieciochesca categoría de la naturale­ za— de lo que es el hombre tiene uno de sus primeros y más impor­ tantes propulsores en la figura de Wilhelm Dilthey. Por lo que podemos calificar la concepción filosófica de éste sobre el hombre 21 O rtega , Meditaciones del Quijote, I, 319, 322. Compárese, Ensayo de estéti­ ca a manera de prólogo, VI, 250-254. 22 Cf. O rtega , ¿Qué es filosofía?, VII, 405-421; El hombre y la gente, VII, 197- 200, 117. 23 Cf. los apartados correspondientes en la obra de Martin H eid eg g er , Sein un d Zeit, 11.a edic., Tubingen 1967; trad. esp. de José Gaos, El ser y el tiempo, 4.a edic., México 1971. Sobre la relación entre Ortega y Heidegger, cf. Antonio R eg a ­ lado G arcía , El laberinto de la razón: Ortega y Heidegger, Madrid 1990.

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