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150 JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ MOLINERO mente lo que, además de la vida, es el otro componente del «racio- vitalismo» orteguiano: la razón en cuanto fundamentada en la vida, ya que, por identificar la verdad con las convicciones de cada suje­ to, la verdad es únicamente «de» o «para» cada persona concreta; es decir, es relativa a la condición de cada sujeto 65. Para Ortega, la solución a la problemática suscitada por los dos sistemas mencionados, racionalismo y relativismo, está en la ade­ cuada articulación de vida y razón, realizada sobre la base, o a par­ tir, de la razón vital: «Para nosotros, la vieja discordia está resuelta, desde luego; no en tend em os cóm o pu ed e hablarse de una vida humana a quien se ha amputado el órgano de la verdad, ni de una verdad que para existir necesita previamente desalojar la fluencia vital» 66. O, como señala en otro pasaje, también de El tema d e nuestro tiempo, al tratar de destacar, en consonancia con su peculiar «doctri­ na del punto de vista» o «perspectivismo», la dimensión vital, históri­ ca y perspectivista de la razón: «La razón pura tiene que ser sustituida por una razón vital, donde aquélla se localice y adquiera movilidad y fuerza de trans­ formación» 67. La confrontación con la problemática existencial expuesta en El se r y el tiempo (1927) determina notablemente la orientación que nuestro autor, según hemos indicado ya, imprime al concepto de vida desde que conoce la obra heideggeriana. No podemos seguir aquí los vericuetos de las distintas publica­ ciones orteguianas, desde poco antes de los años treinta, con la pre­ tensión de ofrecer una determinación perfilada de la vida, según nuestro autor, a partir del momento indicado. Además, en definitiva, tampoco eso coincide con lo que pretende ser nuestra intención, que vamos a exponer en el apartado siguiente. 65 O rtega , /. c., 157. 6 6 O rtega ,/. c., 163. 67 O rtega , /. c., 201.

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