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148 JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ MOLINERO autor español aspira precisamente a avecindar la razón en la vida concreta 54. Lo que sí trata, en cambio, de impugnar Ortega es la degenera­ ción en que incurre el racionalismo: «Mi ideología no va contra la razón, puesto que no admite otro modo de conocimiento teórico que ella: va sólo contra el racionalismo»55. El racionalismo hace un uso irracional de la razón al atrinche­ rarse en una concepción de ésta como razón pura. Tiende a consi­ derar la razón más como ideal que como idea; más como deber ser que como ser. Al racionalismo, por situar la razón aparte, o alejada de la vida, no le queda lógicamente otra salida, según Ortega, que afirmar la irracionalidad de la vida. El racionalista podrá quedarse con la verdad, pero abandona la vida 56. Tomando en consideración la sugerencia leibniziana que defi­ ne la lógica como «la ciencia de continente y contenido» o de «la relación entre el compuesto y sus partes»», el procedimiento propio del racionalismo, en su uso de la razón, viene a estimar Ortega, no consiste en otra cosa que en tratar de reducir lo compuesto o com­ plejo a sus partes o elementos 57, o en intentar aplicar el principium reddendae rationis , como si toda cosa fuese conocida por otra, es decir, por su «razón»». 54 «Como Galileo pudo en su hora anunciar la “scienza nouva” que era la física — típica de la Edad Moderna— , cabría anunciar la antropología como la “nueva scienza”, el ejemplar y más riguroso saber del tiempo futuro... Es nuestra sabiduría sobre la vida concreta, la ciencia vital por excelencia... Silenciamos esa donación cognoscitiva que la vida, al irla viviendo, nos ha hecho. Por eso pienso que todo hombre capaz de meditación debiera añadir a sus libros profesionales otro que comunicase su saber vital» ( O r teg a , El silencio, gran brahman, II, 629, 631). 55 O rtega , Ni vitalismo ni racionalismo, III, 273. 56 O rtega , El tema de nuestro tiempo, III, 163 y 158. 57 «En última instancia, la razón sirve sólo para reducir las cuestiones comple­ jas a otras tan simples que sólo cabe decir al que disputa: abra usted los ojos y vea lo que tiene delante» (O rtega , Ni vitalismo ni racionalismo, III, 275.

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