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142 JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ MOLINERO Mas procedamos gradualmente en lo que sigue para pergeñar, al menos, algunos rasgos indicadores de lo que la omnicomprehen- siva categoría orteguiana de la vida implica en su complejidad. Así podremos comprender mejor en qué sentido, por relación a ésta como punto de convergencia, es posible abordar la concepción de la antropología filosófica en nuestro autor. El primer dato, sin embargo, para nuestro propósito de esclare­ cimiento del concepto de vida en el autor español es más bien un tanto desalentador: Si partimos de un análisis comparativo de diver­ sos pasajes de los escritos de Ortega, debemos comenzar por reco­ nocer la vaguedad y ambigüedad o, lo que es igual, la falta de sen­ tido unívoco que, a lo largo de la obra de Ortega, caracteriza al mencionado concepto de vida en no pocas ocasiones. Más aún, siguiendo el mismo procedimiento comparativo, a veces tal concep­ to se presenta, incluso, como albergando significados que, por lo menos, aparentan ser contradictorios. Por lo que, en consecuencia, nada tiene de extraño que, mientras algunos intérpretes de la obra orteguiana, entusiasmados por el talante de la misma, intentan con­ ciliar lo que Ortega manifiesta en sus primeros escritos y lo que expresa en su pensamiento más postrero, no falta, sin embargo, quien, analizando más sistemática que cronológicamente lo referido por nuestro autor, pretende descubrir en éste contradicciones inter­ nas 40. A nuestro juicio, 'en lo que respecta al concepto concreto de vida en Ortega es posible entrever una evolución. Ni la propia pala­ bra vida ni el significado de la misma son uniformes en Ortega. En efecto, el concepto de vida es una constante en su pensamiento. Sin embargo, aquél no aparece expresado siempre bajo los mismos tér­ minos. Ortega habla, por ejemplo, de «vida organizada», de «vida como uso de órganos», de «vida secundaria y derivada», de «vida de segunda clase», de «vida organizante», de «vida primaria y radical» 41, 40 Como ejemplo especial de adicción al pensamiento de Ortega, es de sobra conocida la labor interpretativa del mismo llevada a cabo por Julián Marías. Por el contrario, en el segundo caso, destacó en el momento de su publicación, la inter­ pretación que, desde su caracterizado tomismo, hizo sobre nuestro autor el P. San­ tiago R a m ír ez en su polémica obra: La filosofía de Ortega y Gasset, Barcelona 1958. 41 Cf., por ejemplo, O r t e g a , E1 Quijote en la escuela, II, 280.

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