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ORTEGA Y LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA 139 dos —aunque entre nosotros, a juzgar por la mención que se hace de él, resulte poco menos que desconocido— dentro del ámbito de la antropología filosófica: Helmuth Plessner. Precisamente el tomo séptimo de sus Obras com p letas tiene como título general el de Exp resión y n a tu r a le z a h u m a n a —A u sd ru ck u n d m en sc h lic h e Natur — 36. De nuevo, pues, observamos cómo determinados aspectos antropológicos, cuya quintaesencia hemos tratado de reflejar en la definición orteguiana: «el hombre es sus gestos», pueden servir de base para el desarrollo de una nueva línea de investigación antro­ pológica. La confrontación que acabamos de hacer con otros auto­ res confirma, además, la fecundidad de esta posibilidad. Pero baste con los ejemplos de definiciones antropológicas que hemos mencionado, y de los distintos tipos de antropología que pueden ser desarrollados a partir de las referidas definiciones orteguianas y en consonancia con lo que nos revela la propia evo­ lución de la antropología filosófica. Con lo expuesto hasta aquí, lo único que hemos querido mos­ trar es que, aunque Ortega no haya pretendido —como nosotros hemos venido haciendo hasta aquí— distribuir sus numerosas, dis­ tintas, en bastantes ocasiones circunstanciales, y por tanto asistemá- ticas, referencias filosóficas al hombre, teóricamente, sin embargo, cabría la posibilidad de intentar organizar, de algún modo, la amplia gama de reflexiones filosóficas fundamentales que, constantemente, o por doquier, afloran a lo largo de la obra orteguiana, con el fin de abarcar de una manera lo más compendiaría posible toda su reflexión sobre el hombre. Ahora bien, es de destacar asimismo en este lugar que, dado el carácter de afirmaciones distintas de muchas de las intuiciones o definiciones antropológicas orteguianas, la orga­ nización, que propugnamos en este caso, no podrá referirse, como hemos intentado poner de manifiesto hasta ahora, a la antropología filosófica sin más, sino a distintas antropologías filosóficas. Dicho de otro modo, esta línea de investigación nos llevaría a afirmar que, si tomamos la obra de Ortega en toda su amplitud (y no obstante el 36 Cf. Helmuth P lessnerr , Gesammelte Schriften, VII, Suhrkamp Verlag, Frank­ furt a. Main 1982.

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