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110 DOMICIANO FERNÁNDEZ Esta carta conmovedora no pudo menos de impresionar al arzo bispo Coggan y a no pocos anglicanos. Pero las posiciones de ambas Iglesias, en lo que se refiere a sus representantes, no en lo que se refiere a sus bases, quedan perfectamente determinadas: a) La Iglesia anglicana piensa que no existen dificultades insu perables para la ordenación sacerdotal de la mujer. El Espíritu Santo no deja de actuar en las Iglesias locales. Esta nueva situación no debe perjudicar el espíritu y el deseo de unidad que alienta a las dos Iglesias. b) Roma se mantiene firme en la tradición de la Iglesia recibi da de Cristo y de los apóstoles. Cree firmemente que esta práctica de conceder el orden sacerdotal solamente a los varones está en armonía con el plan querido y establecido por Dios para la Iglesia. No es el momento de hacer un comentario a estas dos cartas. Digamos solamente que el arzobispo de Cantorbery actúa presio nado por las bases y los hechos consumados de muchas Iglesias locales, donde ya se ha procedido a la ordenación de mujeres. Pablo VI habla en nombre de toda la Iglesia católica, aunque no ignora que no es eso lo que opinan muchos obispos, teólogos/as y escrituristas. En los Sínodos de Obispos, los Padres sinodales hablaban otro lenguaje, aunque en realidad no han sido atendidas sus peticiones. L a XI C o n fe r en c ia d e L a m b et h (23 julio-13 agosto de 1978) La posición anglicana no era monolítica, ni mucho menos. Esta ba anunciada la XI Conferencia de Lambeth, lo cual provocó toda una serie de libros, artículos de estudio y de vulgarización y otras manifestaciones en los medios de comunicación. Eran muchos los que en Inglaterra no veían con buenos ojos la ordenación de muje res. Tampoco faltaron nuevas conversaciones con los católicos y ortodoxos. Con los católicos, en Versalles, del 27 de febrero al 3 de marzo, y con los ortodoxos, en Pendeli-Atenas, del 13 al 18 de julio del mismo año. En ambos encuentros se aludió a las dificultades que podría crear al diálogo de las Iglesias una decisión unilateral. No se puede decir que la Iglesia anglicana haya procedido en soli tario, pues precisamente todos estas conversaciones y encuentros
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