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LA ORDENACIÓN SACERDOTAL DE LA MUJER. 109 En esta carta, además de dar razones teológicas que justifican el proceder de la iglesia anglicana, como son la acción del Espíritu Santo en todas las Iglesias locales y la unidad que se manifiesta en la diversidad de legítimas traiciones, el Dr. Coggan confía en poder tener un nuevo encuentro con el Papa para emprender nuevos pasos hacia la unidad. Este encuentro tuvo lugar un año más tarde. El arzobispo Coggan fue recibido por Pablo VI en abril de 1977 y presidieron juntos la liturgia de la Palabra en la Capilla Sixtina. Será Juan Pablo II quien devuelva la vista al sucesor de Coggan en la sede de Caterbury, R. Runcie, en mayo de 1982, con motivo de su visita pastoral a Inglaterra. Carta de Pablo VI al arzobispo de Cantorbery (23-03-1976) Esta vez la respuesta del Papa no se hizo esperar. Precisamente el 23 de marzo de 1976, diez años después del primer encuentro con M. Ramsey, contesta al Dr. Coggan: 1. «Vos aludís en vuestra carta de saludo a un problema muy exten­ dido recientemente: la posibilidad, que parece muy fundada en diversos lugares, de que las Iglesias anglicanas procedan a la admisión de las muje­ res a la ordenación sacerdotal. Ya tuvimos un intercambio de cartas sobre este tema y hemos tenido ocasión de expresar la convicción católica de forma aún más exhaustiva al obispo John Howe, cuando vino a traernos vuestros saludos. Grande ha sido por muchos años nuestro afecto por la Comunión anglicana y siempre hemos fomentado y frecuentemente mani­ festado la ardiente esperanza de que el Espíritu Santo se transmita en el amor y obediencia a la voluntad de Dios a lo largo del camino de la recon­ ciliación. Ésta es también la medida de la tristeza que experimentamos al tropezar con este nuevo obstáculo y esta nueva amenaza en aquel camino. Sin embargo, la crisis de la virtud de la esperanza significa no correspon­ der a la obra del Espíritu Santo. Con toda la fuerza de amor que nos mueve, Nos pedimos que en este tiempo crítico el Espíritu de Dios derrame abun­ dantemente sobre nosotros todos su luz y que su mano nos guíe por el camino de la reconciliación según su voluntad». 2. Termina Pablo VI acogiendo la idea de un nuevo encuentro: «Os aseguramos que por nuestra parte deseamos tal encuentro como una gran bendición y como un modo ulterior de promover aquella unidad querida por Cristo para su Iglesia».

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