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LA ORDENACIÓN SACERDOTAL DE LA MUJER.. 127 7. Personalemnte pienso que el argumento más fuerte de la postura de la Iglesia católica y ortodoxa es la tradición bimilenaria de no conceder el sacerdocio a las mujeres. Este hecho pesa mucho en la conciencia de la Iglesia y le obliga a no proceder con ligere­ za en un asunto de tanta transcendencia. También es necesario tener en cuenta la posición de las otras Iglesias cristianas orientales y occi­ dentales. No podemos negar que también en otras Iglesias actúa y está presente el Espíritu de Jesús. Por eso es preciso estudiar e inves­ tigar serenamente la cuestión sin prejuicios dogmáticos y admitir el resultado de las investigaciones bíblicas e históricas. No es honesto ni admisible admitir solamente los estudios que favorecen la opi­ nión que se quiere defender. Un teólogo de Roma decía que era necesario estudiar detenidamente la cuestión del posible acceso de la mujer al sacerdocio para que se comprenda cuán sólidamente está fundamentada la posición de la Iglesia. Si el resultado de la investi­ gación es lo contrario de lo que se piensa, se omite y ni siquiera se publica. 8. Al final de estas reflexiones surge la duda inquietante que lanzaba David Silk en su discurso del 11 de noviembre de 1992: ¿Se puede admitir que la Iglesia se ha equivocado durante dos mil años, que ha sido seducida y corrompida por los condicionamientos socia­ les y culturales? Hay decisiones que pueden ser tomadas correcta­ mente por las diócesis o provincias, pero hay decisiones que sólo pueden ser tomadas por la Iglesia universal. Hay cosas que la Igle­ sia no puede cambiar: el canon de las Escrituras, el símbolo de la fe, la materia de los sacramentos. En el caso de la Iglesia anglicana, ¿se puede permitir que cada provincia actúe como si fuese un con­ cilio ecuménico?24. Parece justa la acusación de que se han precipi­ tado las decisiones ante los hechos consumados y no se ha respeta­ do el ritmo del Espíritu. Por parte de la Iglesia católica surge el mismo problema, pero en sentido inverso. Parece que Dios ofrece signos suficientes de que concede su Espíritu a las mujeres ordenadas, que ya están ejercien­ do el ministerio con gran fruto espiritual de sus comunidades. ¿No exigen estos hechos escuchar lo que el Espíritu dice a sus Iglesias? 24 Cf. II Regno 966 (1993) 57-58.

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