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126 DOMICIANO FERNÁNDEZ las otras provincias de la Comunión anglicana 23. Esto es un incon­ veniente muy grave para favorecer y conservar la unidad. Pienso que se ha cometido un error eclesiológico grave al dejar al crite­ rio de cada Iglesia local una decisión de tanta transcendencia para la Comunión anglicana y para las otras Iglesias cristianas. Como decía David Silk, en su discurso en el Sínodo de Inglaterra de 1992, una Iglesia local no puede asumir la función de un concilio ecuménico. En la Iglesia católica, por el contrario, el Papa posee la autori­ dad suprema en toda la Iglesia y hasta puede definir como dogma de fe lo que pertenezca al «depósito revelado». Esto supone una ven­ taja inmensa para la unidad de la fe. Pero tiene también su peligro, cuando se apela a la autoridad para imponer enseñanzas que no pertenecen al «depósito revelado» o para tomar decisiones que no responden al mandato de Cristo. 5. No creo que se pueda probar que Cristo quiso excluir para siempre a la mujer de los ministerios. Jesús no ordenó a nadie de sacerdote o de obispo, sino que sencillamente les dio el encargo de bautizar, de predicar la buena nueva a todas las gen­ tes, de curar a los enfermos y perdonar los pecados. También dijo a sus discípulos en la última cena: «Haced esto en memoria mía» (Le 22,19; ICor 11,25). De aquí no se deduce que las mujeres que­ den excluidas para siempre de anunciar el Evangelio o de cele­ brar la cena del Señor. Alguien ha observado que, si se toman con tanto rigor estas palabras, tampoco podrían recibir la comunión las mujeres. 6. En la Iglesia católica la cuestión se ha decidido desde arri­ ba, entre las Congregaciones romanas y el Papa. No se han teni­ do suficientemente en cuenta las opiniones de las diferentes Con­ ferencias episcopales y de los Sínodos de los obispos celebrados en Roma. Con los documentos pontificios por delante, se ha limi­ tado la libertad de reflexión y de expresión de las Iglesias locales y de los teólogos. En éste, como en otros casos, v.gr., el de la Humanae vitae, convendría tener más en cuenta la opinión y las convicciones de toda la Iglesia libremente expresadas, a fin de que el Papa fuera realmente el portavoz y representante de toda la Iglesia. ^

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