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LA ORDENACIÓN SACERDOTAL DE LA MUJER.. 125 2. La Iglesia anglicana admite el pluralismo en la unidad de la fe y del servicio divino (Conferencia de Lambeth de 1978). No con­ sidera esta diversidad de criterio respecto a la ordenación de la mujer como un obstáculo para el diálogo ecuménico ni para la uni­ dad de la fe. La jerarquía católica, en cambio, juzga este hecho como un obs­ táculo «que impide reconocer recíprocamante los ministerios de nuestras dos Comuniones» (carta de Juan Pablo II a R. Runcie, del 8 - 12 - 1992 ). 3. La Iglesia anglicana piensa que «Dios está llamando a su Iglesia a ordenar a las mujeres al sacerdocio. Hemos llegado a este debate con la debida preparación. Tenemos la experiencia de más de un millar de mujeres en el diaconado. Hemos visto los signos del Espíritu manifestarse en el ministerio de las mujeres no menos que en el ministerio de los hombres. Si Dios le ha dado a ellas el mismo don que a nosotros, ¿quién soy yo para impedírselo a Dios?» (cf. Hch 11,17). (Discurso de G. Carey, arzobispo de Cantorbery en el Sínodo General de 1988). Los anglicanos creen escuchar la voz del Espíritu, manifestada en los signos y carismas, que les invita a ordenar a las mujeres, lo mismo que Pedro siguió la inspiración del Espíritu Santo, admitien­ do en la Iglesia a los gentiles. La Iglesia católica, por el contrario, piensa que por fidelidad a Cristo y por respeto a la tradición, no está autorizada a dar este paso. ¿Quién tiene razón? ¿A quién habla el Espíritu de Cristo? ¿No podrían los apóstoles haber apelado a la palabra de Cristo: «No vayáis hacia los paganos, ni entréis en ciudad de Samaría; diri­ gios, más bien, a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mt 10, 5- 6)? Y, sin embargo, Pedro y Pablo, y tantos otros, movidos por el Espíritu, se dirigieron a los gentiles y cumplieron la voluntad del Señor. ¿No nos hallaremos ante un caso similar? 4. Una diferencia muy notable entre la Iglesia católica y la anglicana es la presencia o ausencia de una autoridad suprema. El primado de la Iglesia anglicana, Dr. Runcie, confiesa que ni él ni la Conferencia de Lambeth poseen autoridad jurídica para imponerse a 23 Carta del 6-8-1988 a Juan Pablo II; Enchir.Oecum., 2, p. 773-

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