PS_NyG_1995v042n001p0007_0101

FUNDAMENTALISIMO BÍBLICO 97 pos de la Iglesia Católica, titulada «Ordinatio sacerdotalis» (22 de mayo de 1994). Se supone que dicha carta pertenece al magisterio ordinario de la Iglesia, siempre revisable en sus manifestaciones. Y aquí viene la contradicción. «Declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictam en d ebe ser considerado com o defin i­ tivo p a r a todos los fieles d e la Iglesia» (la cursiva es mía). ¿No se ha pasado del terreno del magisterio ordinario al del extraordinario, al que pertenece la «definitividad» de un determinado dictamen? El pue­ blo creyente no debe pensar más en el asunto. Debe aceptarlo, sin más. ¿Es ésta también la postura que deben adoptar los obispos y los teólogos? Por supuesto que habrá muchos obispos y no menos teólogos que no se sentirán obligados a aceptar dicho documento o dictamen como definitivo. La revelación divina no se manifestó ni podía hacerlo sobre dicho asunto. La terminología utilizada por el Papa nos parece muy desafortunada. ¿No conduce este raciocinio- «dictamen» a una forma de suicidio del pensamiento? ¿O es que la afirmación únicamente es aplicable a los fundamentalismos no cató­ licos? A este «suicidio del pensamiento» alude la escritora Taslima Nas- rin, amenazada de muerte por los fundamentalistas islámicos de su país, Bangladesh, cuando afirma: «Odio a los fundamentalistas, no sólo a los de mi país, a todos los del mundo. Quieren matar las voces progresistas, quieren llevar nuestra sociedad a una oscuridad medieval...» (periódico El País, domingo 2 de octubre de 1994). CONCLUSIONES Las conclusionas se hallan implícitamente contenidas en el desarrollo del trabajo. Aquí se trata de precisar. La ambigüedad del término «fundamentalismo» nos obliga a ello. Al afirmar que el DPCB rechaza la lectura fun d am en talista de la Biblia no significa la con­ denación absoluta del fundamentalismo, porque en dicho movi­ miento o mentalidad y actitud no se puede medir a todos por el mismo rasero. Es preciso hacer muchas salvedades para ponderar adecuadamente el tratamiento debido a cada grupo.

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