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FUNDAMENTALISIMO BÍBLICO 95 La vida espiritual es como un reflejo y una réplica de la Encar­ nación. La Palabra de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros; el Hijo de Dios se hizo hombre sobre la tierra; y esto para que, en su vuelta al Padre, el Hijo no esté solo, sino acompañado de todos aquellos a los que Él vino a visitar y salvar, por todos aquellos que oyen la palabra de Dios y la guardan en el corazón. Este doble movimiento de la encarnación — movimiento des­ cendente, venida a nosotros, y movimiento ascendente, retorno al Padre— es el que determina la vida espiritual del cristiano. Es pre­ ciso, en primer lugar, que la Palabra venga a nosotros, que se con­ vierta en vida y luz. Es el primer contacto con la Escritura santa mediante la lectura y la meditación. Solamente después puede el creyente volverse al Padre, ser llevado hasta Él 78. Las seguridades fundamentalistas son propias de un parvulario religioso. «Por la “huida de la libertad” se delega la propia decisión en manos de una instancia superior y se compra a ese precio la exención de toda la responsabilidad. Ahora bien, no hay instancia alguna que pueda decidir en lugar de los hombres lo que esos hom­ bres deben decidir por sí mismos. La difusión de la no aceptación de la propia responsabilidad de decisión, que es algo tan propio del fundamentalismo, en una época en que crecen más y más los ries­ gos del poder humano, aumenta esos riesgos y es una de sus fuen­ tes» 79. Frente a las ideas lineales del tiempo, características de la fe en el progreso, el fundamentalismo sitúa toda la vida dentro de la categoría de la eternidad y reclama las «verdades eternas» de la fe y los «mandamientos absolutos» de la moral. Ante la posible catás­ trofe apocalíptica, que estaría provocada por la explosión atómica, se aduce la categoría «eternidad». En lugar de ajustarse a los tiem­ pos en el terreno de la moral, se ponen de relieve los «valores absolutos». Desde la categoría «eternidad» pierde también su impor­ tancia la diferencia hermenéutica con respecto al libro de la reve­ lación 80. 78 F. F. R am os , La Constitución «Dei Verbum * 127-128. 79 J. M oltmann , art. cit., 543. 80 J. M oltm ann , art. cit., 546.

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