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FUNDAMENTALISIMO BÍBLICO 89 una pertenencia («Zugehörigkeit»), es decir, una afinidad fundamen­ tal entre el intérprete y su objeto. La comprensión de un texto es siempre una comprensión más amplia de sí mismo (IBI, II, A, 1). El DPCB tiene especial simpatía por el pensamiento hermenéu- tico de P. Ricoeur: el punto de partida es la distancia del texto inclu­ so respecto a su autor, porque, una vez producido, comienza una carrera de sentido; distancia en relación con los lectores sucesivos, ya que éstos deben respetarlo en razón de su alteridad. El sentido del texto no se da plenamente si no es actualizado en la vivencia de lectores que se lo apropian. El conocimiento bíblico no debe detenerse en el lenguaje, sino alcanzar la realidad de la cual habla el texto. El lenguaje religioso de la Biblia es un lenguaje simbólico que «da que pensar», intenta descubrir la realidad trascendente, al mismo tiempo que la dimensión profunda del ser humano (IBI, II, A, 1, p. 67). Nuestra idea, al hacer esta aparente digresión tan amplia, era poner de relieve el aspecto «antropológico» de la revelación divina. No olvidemos que el fundamentalismo, por principio, prescinde de él, cometiendo una grave injusticia con el texto bíblico, del cual hacen derivar sus elucubraciones teológicas. 9.2. L a tr a d ic ió n en sí m isma y c o m o m a triz y r e g a z o d el NT Aceptado el principio de «sola Scriptura» sobra la Tradición. ¡Como en los buenos tiempos! Sólo que éstos, afortunadamente, ya están lejos. Hoy nadie, a excepción de los fundamentalistas, consi­ dera a la Escritura y a la Tradición como dos líneas paralelas y diver­ gentes que se completan por lo que al contenido de la revelación se refiere. También aquí el Vaticano II nos ayudó a liberarnos de las estrecheces de la Contrarreforma. La Dei Verbum (n. 8), destaca tres aspectos esenciales de la Tradición guiada por el Espíritu en orden a transmitir la palabra de la revelación en la Iglesia: 9.2.1. La Tradición es la transmisión viva de la predicación y de la actividad apostólicas. Tiene de común con la Escritura el prin­ cipio de identidad y de continuidad entre la Iglesia apostólica y la de cualquier generación cristiana. Como cosa particular, la Tradición

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