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FUNDAMENTALISIMO BÍBLICO 79 bre «satanización» de Occidente, sobre todo de los Estados Unidos, proclamada durante la revolución islámica —¡una revolución «retró­ grada»!— del Ayatolá Jomeini, la impenetrable ofuscación política de ciertos sectores del fundamentalismo de América Central, y la retóri­ ca de Saddam Hussein, que hablaba de la lucha final, diciendo que en Kuwait se iba a dar la «madre de todas las batallas». En la misma línea debe juzgarse al fundamentalismo norteamericano que, con su presidente a la cabeza, se pertrechaba de armamentos nucleares para el «último combate». ¡Éste es el tiempo «escatológico» que ha produci­ do el hombre! Lo verdaderamente vergonzoso es que pueda hacerse una interpretación de la historia desde estas categorías destructoras del mundo, desde este tiempo «escatológico», y que esta concepción se vea justificada desde la religión y de «prohombres» que sean capa­ ces de imaginársela así. Realmente este modo de ver las cosas difiere muy poco del pasar a cuchillo, de dar al anatema, al jerem, a los que no pertenecen al propio pueblo, como ocurrió en la conquista de la tierra de la promesa por las antiguas tribus de Israel. Esta clase de fundamentalismo, el fundamentalismo en sentido estricto, produce unas actitudes y comportamientos directamente contrarios al Evangelio. Además de sus creencias relativas al comien­ zo y a l fin de la historia, el tiempo intermedio es controlado tam­ bién por ellos. Los fundamentalistas musulmanes, judíos o cristianos se consideran como los elegidos, como los depositarios de una misión de carácter mesiánico 62. 8 . 3 . I m po sib ilit a el d iá l o g o e n t r e c u ltu r a y fe De los tres puntos a los que hace referencia este párrafo de la IBI, estudiamos de forma seguida el primero y el tercero. Nos pare­ cía necesario, por razón de su complementariedad. Ahora aborda­ mos este punto, que es el central. Para los fundamentalistas, dicho diálogo: a) No es posible, porque en las verdaderas confrontaciones dia- lógicas «se corre el riesgo de que alguien pueda cambiar de pare­ cer». De ahí la pregunta que hace el fundamentalista: «¿Qué se puede 62 M. E. M arty , art. cit., 400.

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