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76 FELIPE F. RAMOS De hecho nos ofrece varias. El primer relato de la creación nos pre­ senta una de cuño antropomórfico. La segunda versión de la crea­ ción nos propone otra muy diferente, de tipo teológico-pedagógico, muy distinta de la anterior. Los Salmos y el libro de Job cantan la acción creadora de Dios, rompiendo los moldes históricos y utili­ zando muy sabiamente los «poéticos». En la cosmología bíblica debe distinguirse la afirmación del hecho de la creación del modo de la misma. El «creacionismo» es perfectamente compatible con el evolucionismo e incluso con el poligenismo. Las dificultades que se han encontrado en su confron­ tación no son ni de orden científico ni bíblico, sino, sobre todo, de orden teológico. La Biblia nunca debió atrincherarse en sus datos o relatos para hacer frente a la ciencia ni ésta para negar otro posible campo de competencia, que es el de la Biblia. Aquí se impone el reconocimiento, por ambas partes, de los respectivos campos de competencia del otro y de la autonomía de cada uno en su terreno (más arriba, en el título 5.1, sobre el tema de La inerrancia históri- co-científica, hicimos una exposición más detallada de la cuestión). La actitud de oposición de una teología fundamentalista se manifestó en la elaboración de filosofías de la historia, en las que se distingue el comienzo, el final y el tiempo intermedio. Por lo que se refiere al comienzo, el fundamentalismo tomó una postura decididamente opuesta a todo tipo de desarrollo evolutivo. La razón era obvia: se opone a la narración bíblica y, en consecuencia, está equivocada en el tema del origen del mundo y de la propia natura­ leza humana. El enfoque evolucionista era una negación arbitraria de los datos más evidentes que Dios ha dejado en la naturaleza y en las afirmaciones más incontestables del libro del Génesis 58. El éxito que tienen las sectas fundamentalistas en el pueblo sencillo es debido a su recurso a la Biblia y al respaldo de sus ense­ ñanzas que dicen encontrar en ella. De ellas debemos aprender dos cosas: la ineficacia de nuestros métodos habituales de evangeliza- don: la liturgia oficial, la predicación, la pastoral parroquial, el ano­ nimato de las grandes parroquias, las estructuras clericales y rígidas de la Iglesia... no están respondiendo a las verdaderas necesidades 58 M. E. M arty , art. cit., 397.

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