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72 FELIPE F. RAMOS La misión de la Iglesia oficial, en cuanto que debe de ser la expresión adecuada de la fe eclesial, como intérprete de la Biblia, significa, al menos, lo siguiente: la Iglesia, su magisterio oficial, está al servicio de la palabra de Dios. Debe esforzarse por oírla, no por oírse. Para ello debe estar atenta a la voz de quienes tienen por misión descubrir su contenido y reflexionar sobre él. No debe olvidar el sensus fidelium : es el hombre, que vive fielmente el disci­ pulado de la Iglesia y participa en los principios de la nueva alian­ za, el que tiene la mente dispuesta y adaptada para la comprensión de la Sagrada Escritura, en cuanto que ellos son los libros de la alianza de Dios con el hombre. La exigencia impuesta a la Iglesia de vivir en constante referen­ cia a la palabra de Dios o a la Escritura santa no se cumple sem­ brando profusamente y a voleo los documentos emanados de la Iglesia oficial de textos bíblicos citados indiscriminadamente, sin unas mínimas claves interpretativas que eliminarían muchos lugares bíblicos del contexto en el que han sido colocados para justificar una doctrina más o menos discutida e hipotética. La multiplicación de textos bíblicos no significa necesariamente que el documento que los recoge tan profusamente sea, por ese mismo dato, un escri­ to redactado con mentalidad y espíritu bíblicos. Esto sería sencillamente un error. Error del que no ha escapado el Catecismo d e la Iglesia Católica. La cantidad inmensa de los tex­ tos bíblicos citados no constituye un motivo que nos impulse a hablar de su gran acierto. La seriedad de los textos bíblicos implica la exigencia de un tratamiento más coherente con su propia natura­ leza, con lo que son, con lo que dicen y con lo que quieren decir. Se comete una grave injusticia con la Biblia el utilizarlos o como motivo ornamental o como justificación de una hipótesis previa per­ sonal o para zanjar una cuestión que sigue abierta y tal vez deba seguir siempre abierta en el terreno de la aproximación o de la hipó­ tesis. La expresión «eclesial» de la fe exige un especial esfuerzo de comprensión e inteligibilidad en aquellas personas que tienen la misión directa de hacerla asequible a los menos maduros en el pro­ ceso de la fe, a aquellos que siguen necesitando andaderas para no tambalearse o caer desfallecidos o asfixiados por la fidelidad a una fe inadecuadamente presentada.

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