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70 FELIPE F. RAMOS hecho de ser capaces de asumir ese ritmo de apropiación y trans­ formación. Si se rompe el ritmo mencionado por el peligro que suponen las «transformaciones» nos refugiamos en una mal entendi­ da apropiación del pasado. Mal entendida porque la apropiación verdadera del pasado debe ser esencialmente creativa. El deseo de evitar toda «novedad» en relación con la transformación del futuro y el cuestionamiento de una apropiación creativa del pasado desem­ boca en un fundamentalismo a ultranza. «El Concilio Vaticano II hizo un intento maravilloso de reno­ var el mensaje y el talante de la Iglesia católica en las circunstan­ cias del momento actual: ¡un ejemplo típico de apropiación y transformación! Como era previsible, las directrices del concilio, al que nos hemos referido, provocaron profundos desgarramientos en muchas regiones de religión católica, porque aquellas iniciati­ vas habían puesto en marcha un proceso que debía ser aceptado por la jerarquía local y por los propios fieles. Para muchos fieles católicos, incluso para las mismas autoridades vaticanas y para el propio Papa, eso supuso una «quiebra de la estabilidad de todas las seguridades». Por eso, el riesgo innovador del concilio se con­ templa cada día más como una amenaza. Y por eso también se han movilizado todas las estructuras de poder para intentar restau­ rar la confianza del mundo católico. Ante el hecho de que estos procedimientos traigan consecuencias cada vez más anacrónicas y autodestructivas —piénsese, por ejemplo, en los problemas de la regulación de la natalidad y en los conflictos que plantea el minis­ terio sacerdotal—, no queda más remedio que aguantar con resig­ nación» 56. La Iglesia, en cuanto fundada por Cristo como continuadora y presencializadora de su misterio, es una realidad ya lograda; en cuanto actualizadora de la historia de la salvación es una realidad en constante realización. Lo mismo que la revelación divina , que es, al mismo tiempo, pasado y presente. El presente se halla ancla­ do en el pasado. Y el pasado tiende, por su misma naturaleza, a estar siempre presente. Debe hablarse de una revelación fundante (la del pasado) y de una revelación dependiente (la del presente). 56 G. M üller -F ahrenh olz , art. cit., 411.

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