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62 FELIPE F. RAMOS Jer 30,8; Ez 34,24; 37,24-25; cf. Me 11,10). El reino prometido se vuelve así universal (Sal 2,8; Dn 2,35.44; 7,14; cf Mt 28,18). Él reali­ za en plenitud la vocación del hombre (Gen 1,28; Sal 8,6-9; Sab 9,2- 3; 10,2). El oráculo de Jeremías sobre los setenta años de castigo mere­ cidos por Jerusalén y Judá (Jer 25,11-12; 29,10) es recordado en 2Cron 25,20-23, que constata la realización; pero es meditado de un modo nuevo, mucho después, por el autor de Daniel, en la convic­ ción de que esta palabra de Dios contiene aún un sentido oculto, que debe irradiar su luz sobre la situación presente (Dn 9,24-27). La afirmación fundamental de la justicia retributiva de Dios, que recompensa a los buenos y castiga a los malvados (Sal 1,1-6; 112,1- 10; Lev 26,3-33; etc.), choca con la experiencia inmediata, que fre­ cuentemente no corresponde a aquélla. La Escritura expresa enton­ ces con vigor el desacuerdo y la protesta (Sal 44; Job 10,1-7; 13,3-28; 23-24) y profundiza progresivamente el misterio (Sal 37; Job 38-42; Is 53; Sab 3-5)». Las relecturas bíblicas que hemos tomado del DPCB tienen la finalidad de descender al terreno de lo concreto. Las mencionadas anteriormente pretendían plantear el problema de forma genérica para demostrar la necesidad absoluta de dichas relecturas. Con las que hemos copiado de nuestro Documento, el lector debe aprender a manejar los textos bíblicos en su correlación entre el pasado y el presente, descubriendo la necesidad de leer la Biblia centrando su sentido «histórico» completo en la referencia al aquí y ahora. Los textos bíblicos tienen un dinamismo interno, inherente al concepto de la palabra de Dios, que los va enriqueciendo, orientan­ do hacia el futuro, cargándolos progresivamente con una gran densi­ dad teológica hasta alcanzar un sentido muy distinto del que tuvieron en su origen. Como último ejemplo pongamos el del maná. Según las descripciones que hace del mismo el libro de los Números, era como la semilla del cilantro, su color como de bedelio... y tenía el sabor de pasta amasada con aceite (n. 11,7-9). Un manjar, por otra parte, nada exquisito, si nos atenemos al juicio de sus consumidores: «No hay pan ni agua y ya estamos hartos de este pan tan liviano» (n. 21,5). Desde esta constatación, que tiene todas las garantías de origi­ nalidad, a la presentación que nos hace el libro de la Sabiduría sobre

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