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60 FELIPE F. RAMOS su propio lenguaje, y cuando el hombre no entiende, se vuelve a Dios para que se lo actualice. La intercomunicación de Dios y el hombre la expresa la Biblia en la nueva lectura de los acontecimientos que interesaron a ambos. Se hacen constantes relecturas de la palabra de Dios desde las nue­ vas circunstancias de la vida del pueblo. Ahí están las distintas relec­ turas hechas con módulo histórico, profètico o poético, de la inter­ vención liberadora de Dios a favor de aquel grupo de hebreos, que aspiraban a verse libres de su esclavitud en Egipto; distintas relectu­ ras del éx od o liberador; d e las p la g a s o signos d e los tiempos que debían haber sido captados por el faraón opresor en orden a con­ ceder la libertad a un pueblo esclavizado; d e la conquista d e la tie­ rra, que unas veces es presentada como una marcha militar y otras — respondiendo con mayor objetividad a lo ocurrido— de forma lenta y progresiva; d e la misma creación , presentada antropomorfi­ camente, de forma catequética, con módulo mitológico o mediante el recurso a la poesía; relecturas diversas de la institución d e la m on arqu ía e incluso del profetism o; presentaciones diversas de las ex ig en cia s impuestas p o r la a lia n z a y sus expresiones normativas en relación con los sectores pobres o empobrecidos de la socie­ dad... Se hicieron relecturas de todos aquellos temas en los que se expresan las relaciones entre Dios y el hombre y entre los miem­ bros del pueblo de Dios. El único Evangelio adquirió la cuádruple forma en la que ha llegado hasta nosotros. El género epistolar releyó desde muchos ángulos el misterio de Cristo. El Evangelio de Juan expresa una lectura interpretativa de lo que Jesús dijo e hizo durante su vida, a fin de explicitar su sentido para quienes viven bajo el impulso del Espíritu; una relectura en la que acepta categorías completa­ mente nuevas, distintas a las existentes en los Evangelios sinópti­ cos, y no utilizadas por Jesús. El cuarto Evangelio no se limita a contar lo que Jesú s d ijo e h izo en el p a sa d o , manteniéndose en la superficie de una historia irremediablemente periclitada. Lo que él pretende es que sus lectores perciban lo que el Cristo g lo r io so c on tin ú a d ic ien d o y h a c ie n d o a c tu a lm en te en la Iglesia a favor de los que creen en Él. Y las otras dos formas del NT, el libro de los Hechos y el Apocalipsis abundan en la misma idea que esta­ mos exponiendo.

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