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FUNDAMENTALISIMO BÍBLICO 59 autor o subyacente en el texto. De ahí que sea conveniente y hasta necesario que se multipliquen las traducciones de la Biblia. Unas enriquecen a otras. Es como el esfuerzo sumado de múltiples intér­ pretes, con diversa formación y trabajando desde distintos puntos de vista, para captar el sentido de los textos. Junto al respeto por el texto, mejor aún, por el respeto debido al texto, se le debe dar vida, haciendo que recupere su poder de comunicación, que diga al lector de hoy lo que dijo al lector para el que fue escrito directamente entonces. Es el principio de la equiva­ lencia dinámica, que a veces puede darnos la impresión de distan­ ciar el texto bíblico de su versión original, cambiando su sentido. El célebre pasaje del diálogo de Jesús con su madre en la boda de Caná de Galilea: «Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti?>» (Jn 2,4), yo lo he traducido, en la versión de la Casa de la Biblia, de la forma siguien­ te: «Mujer, deja de intervenir en mi vida». Creo que ese es el sentido del texto. De hecho, la madre de Jesús no vuelve a aparecer en escena en el Evangelio hasta el momento de la cruz, que es la «hora» de Jesús y también cuando comienza la hora de María. Evidente­ mente que la versión personal a la que me he referido difícilmente sería aceptada por una mentalidad fundamentalista. Porque habría introducido en el texto algo que le es ajeno. Hubiese profanado la palabra de Dios. Optar por una versión, antigua o moderna, significa renunciar a la clarificación y al enriquecimiento del que hemos estado hablan­ do. Claro que tampoco esta razón será muy convincente para el fun­ damentalista, que considera la Biblia, por ser Palabra de Dios, libre de todo posible error y asequible a cualquier persona en cuanto a su interpretación. 6.3. O m isió n d e las « r elec tu r a s » bíblica s Volver a leer un texto bíblico en circunstancias distintas a aque­ llas en las que fue compuesto. Eso es re-leer. De ahí vienen las re-lecturas. La Biblia no se limitó a repetir el texto, lo releyó, intro­ duciendo los cambios aconsejados por su dedicación a nuevos des­ tinatarios. La relectura estaba exigida por los dos protagonistas de la Biblia: Dios y el hombre. Para que el hombre le entienda, Dios habla

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