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52 FELIPE F. RAMOS to, que os enseñará el curso del sol y de la luna. Porque él quería hacer cristianos, no matemáticos” (De actis cum Felice Manicheo, 1,10). Dicho en otras palabras, el pensamiento de san Agustín es el siguiente: Los autores sagrados hablan de cosas naturales, pero su intención no es presentar una doctrina o hacer afirmaciones sobre ella. Santo Tomás, citado también en la misma nota, refiriéndose al primero de los textos citados de san Agustín, comenta: «Todo aque­ llo cuyo conocimiento puede ser provechoso para la salvación, es objeto de la profecía, sea pasado o futuro, eterno, necesario o con­ tingente. Pero lo que no pertenece a la salud, se halla fuera del obje­ to de la profecía». Adviértase que para santo Tomás la inspiración de la Escritura pertenece a la profecía. De esta manera, tan sencilla como profunda, logró la Iglesia católica aprobar, y con nota, esta asignatura pendiente. Desde los principios establecidos en la Dei Verbum hoy es posible, y necesa­ rio, afirmar que un enunciado verdadero y propio que encontramos en la Biblia no pertenezca al campo de su competencia, al ámbito de la «verdad» que ella quiere enseñar «a causa de nuestra salud», y, por tanto, puede ser considerado como «erróneo» en el sentido de opuesto al pensamiento científico. Lo cual no significa que determi­ nados enunciados o relatos, como los de la creación o el del árbol de la vida, no puedan y deban ser utilizados por razón de su peda­ gogía y de la dimensión teológica y religiosa que se han ido acu­ mulando sobre ellos. Que Dios y el hombre se diesen cita, a la caída de la tarde, para pasar un rato juntos (Gen 3,8 ss.) no responde a la verdad histórica. Pero el problema no termina ahí. ¿Existe algún modo más inteligible e intuitivo, algún cuadro más plástico, para describir la armonía y las relaciones de amistad que existían entre ellos? De este modo, algo que es «erróneo» se convierte en un ve­ hículo muy apropiado para describir «lo verdadero». 5.1. L as v er d a d es cien tífic a s En el Concilio Vaticano II se limitó el campo de competencia de la Biblia a la verdad «saludable» o a causa de nuestra salvación. La exposición anterior ha sido lo suficientemente explícita. Por muy

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