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FUNDAMENTALISIMO BÍBLICO 49 mente en materia de hechos históricos , o de pretendidas verdades científicas. Frecuentemente considera como histórico lo que no tenía pretensión de historicidad, porque incluye en tal categoría cuanto es referido o narrado con verbos en pretérito, sin la aten­ ción necesaria a la posibilidad de un sentido simbólico o figura­ tivo. El principio fundamentalista de la inerrancia de la Escritura es una convicción profunda existente en la Iglesia desde el tiempo de la Patrística. Por eso nunca se hizo necesaria una aclaración de la Iglesia sobre la cuestión. En la Encíclica Providentissimus se afirma que admitir cualquier cosa errónea en la Escritura es contrario al concepto católico de la inspiración y hace a Dios autor del error. Toda la Escritura se halla escrita al dictado del Espíritu Santo. Esta expresión es corriente en los santos Padres. La Divino Afflante Spi- ritu se sitúa en la misma perspectiva, aunque suponía un progreso notable a este respecto por razón del impulso dado a los géneros literarios47. El tema de la inerrancia era una asignatura que la Iglesia católi­ ca tuvo pendiente hasta el Concilio Vaticano II. En la constitución Dei Verbum, n. 11, sustituyó la palabra «inerrancia» por la expresión «la verdad saludable o a causa de nuestra salvación». Ahí estuvo la clave del acierto. La aprobación de la asignacura pendiente se hizo con gran esfuerzo, tenacidad y paciencia. Todavía en el Vaticano II fue presentado el tema desde su perspectiva tradicional: «Dios, autor de la Escritura, no puede equivocarse ni inducir a error; por consi­ guiente, tampoco puede inducir a error a sus instrumentos». Afortunadamente hubo en el Vaticano II dos intervenciones de excepcional importancia en esta cuestión, que cambiaron el rumbo de las cosas: «Para que la autoridad de la Escritura no caiga en descrédito, es preciso afirmar con sinceridad y con claridad, sin artificio ni miedo, que los conocimientos históricos del autor humano de la Escritura necesariamente se hallaban limitados por la medida de su tiempo y Dios los utilizó así para escribir. Si hablamos en este sentido de la 47 F. F. R a m o s , La Constitución «Dei Verbum», 90-91.

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