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FUNDAMENTALISIMO BÍBLICO 47 Frente a un fundamentalismo inmovilista, anquilosado y arqueo- logizante, la IBI acepta las formas literarias de expresarse, los géne­ ros literarios, sin tener en cuenta los cuales se cometerían graves injusticias con la Biblia, a la que se obligaría a decir lo que ella no quiso ni pudo decir. En el mundo semítico y en el bíblico se entiende por palabra no sólo el sonido articulado, sino también los hechos históricos, los milagros, los signos, las instituciones, la historia misma, las perso­ nas, los mandamientos de Dios, las manifestaciones del Reino, los sacramentos... Todo esto es considerado y llamado palabra de Dios. Toda la historia de la salvación es palabra de Dios, la palabra que Dios dirige al mundo. Al hablar de la palabra bíblica o de la palabra de Dios, de la revelación divina, no nos situamos en el terreno de los sonidos articu­ lados. Entre otras razones porque Dios es un ser espiritual y no tiene boca para emitir dichos sonidos articulados. La palabra de Dios es y abarca todos los modos y medios por los que Dios ha querido lle­ gar hasta nosotros en comunicación profunda. La palabra bíblica comprende toda la historia de la salvación. Una historia pasada, que fue protagonizada por otras personas leja­ nas ya en el tiempo; que sigue realizándose en nuestros días, afec­ tándonos directamente a nosotros; que continuará en el futuro, teniendo otros protagonistas. Junto a la historia de la salvación, rea­ lizada y objetivada en unos acontecimientos más o menos controla­ bles, debe atenderse a la historia de la salvación individualizada, la que se realiza entre Dios y el creyente individual para conseguir la misma finalidad que aquélla. La palabra de Dios incluye todo aquello que configura dicha historia: todo lo que nos es presentado como dicho o hecho por Jesús y que ha llegado a nosotros, en transmisión fiel, desde la fe apostólica. Esto significa que, para la Biblia, la palabra no puede ser inte- lectualizada, enviándola a la esfera del entendimiento o de la pura abstracción, ni puede ser pragmatizada confinándola en el ámbito de la simple expresión verbal. La palabra bíblica es algo que debe ser anunciado (Hch 8,4; 2Tim 4,2), es el hecho constitutivo de la revelación. Más que un discurso de Dios es un acto de Dios. La pala-

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