PS_NyG_1995v042n001p0007_0101

FUNDAMENTALISIMO BÍBLICO 45 4 . 3 . E l LENGUAJE HUMANO: lím ites y exc elen c ia s Para el fundamentalismo la Palabra de Dios inspirada es per­ fecta. ¡Dios no puede equivocarse! Si ha inspirado unos escritos lo ha hecho desde su absoluta perfección. No admite ningún tipo de condicionamiento, ni en el lenguaje utilizado, ni en los autores que han escrito los libros. El fundamentalista restaura la vieja teoría del «dictado» en el terreno de la inspiración. Ahora bien, quien escribe al dictado se halla exento de toda responsabilidad en la obra que escribe. Incluso se siente al margen de la misma. Es como la máqui­ na de escribir que yo utilizo como un instrumento-vehículo para manifestar mis ideas. Pero ella, en modo alguno, será responsable de mi torpeza ni de mis aciertos. «La certeza de la fe se basa en el fundamento sólido de la auto­ ridad divina. En las denominadas religiones del libro, la autoridad divina es el documento fehaciente de la revelación: la Palabra de Dios, como Dios mismo, está libre de error y es infalible... El docu­ mento fehaciente de la revelación divina no puede someterse a interpretación humana, sino que — inversamente— la interpretación humana es la que debe someterse al documento fehaciente de la revelación divina. El fundamentalismo excluye toda visión racional del condicionamiento histórico del origen de esa revelación, y de la diferente hermenéutica de su interpretación en circunstancias histó­ ricas como las actuales, que han cambiado. El contenido de verdad del documento fehaciente de la revela­ ción es atemporal, y no tiene que ser interpretado ni actualizado incesantemente, sino que tan sólo ha de conservarse sin falsificacio­ nes. El fundamentalismo de la revelación no argumenta, sino que afirma. No exige comprensión, sino sumisión. No se trata en abso­ luto de un problema hermenéutico, sino de una lucha de poder. Una de dos: o «la Palabra de Dios» o «el espíritu de la época». «El fundamentalismo no es tampoco un fenómeno de retirada o de defensa, sino que es un ataque contra el mundo moderno para conquistarlo. Se ajusta a las diversas estrategias teo-políticas actuales para la “re-evangelización” de Europa o para la “re-islamización” del mundo árabe. Está claro que aun los errores más graves de la civili­ zación científico-técnica no justifican que la razón humana renuncie a sí misma, ni que renuncie a querer comprender racionalmente.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz