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24 FELIPE F. RAMOS la adecuada reacción humana en orden a lograr una vida auténtica, que sería, para él, la vida de la gracia; la revelación no «posibilita­ ría», no sería necesaria, para provocar dicha decisión. El m od ern ism o sociológico y p rá c tico reflejaría, de forma más llamativa, las especulaciones del modernismo intelectual. Se produ­ cirían, se están produciendo, cambios profundos, y no siempre jus­ tificados, en el orden de la vida, en las actitudes prácticas en el seno de una sociedad en profunda evolución. 2 . 5 . R e a c c ió n a n te el pelig r o m o d er n ista Ante estas profundas convulsiones hacemos nuestra la reflexión de J. Guitón en su estudio sobre la Pensée d e Loisy: «El modernismo se nos presenta como una forma de pensamiento que se repetirá continuamente en el curso de la historia del catolicismo, siempre que la mente quiera justificar la fe por el espíritu del tiempo en lugar de integrar éste en la fe»23. Una tarea siempre antigua y siempre nueva. La mencionada «integración» debe ser entendida en el senti­ do más sano y estricto de la inculturación, en la línea mencionada tanto en el DPCB como en el discurso previo del Papa y, en gene­ ral, en la línea de los documentos eclesiásticos de un pasado recien­ te, particularmente según la mente de Pablo VI, expresada en su exhortación Evangelii nuntiandi. El contrapeso a los peligros del modernismo adquiere matices diversos en las grandes «religiones del libro», aunque no exista una diferencia esencial entre ellas. El fundamentalismo católico se refu­ giará en la autoridad de los grandes concilios, particularmente en el de Trento y en el Vaticano I y, de manera más asequible y concreta, en la autoridad del Papa. El fundamentalismo protestante lo hará en la autoridad de los textos bíblicos insuficientemente interpretados, desligados de la gran Tradición. El fundamentalismo judío seguirá el mismo camino, incorporando a los textos bíblicos una antigua tradi­ ción, oral primero y ahora escrita, a la que concederá el mismo valor que a la Biblia; propugnará el aislacionismo integracionista, al estilo de los ghetos antiguos; admitirá la concepción política en la medida 23 Y. M archasson , Modernismo, o. cit., 1232.

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