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22 FELIPE F. RAMOS el fundamentalismo fortaleciese sus trincheras defensivas. El plura­ lismo le hizo pensar en el relativismo, por «relativizar», por desposeer de su valor absoluto todo aquello que era considerado como intan­ gible por los fundamentalistas. Debemos reconocer que, aunque los conceptos son muy diferentes, no es difícil el paso del uno al otro. Esto le afianzó aún más, y le afianza, en un tradicionalismo a ultran­ za, que ignora la posibilidad incluso de dicho pluralismo y le con­ vierte en paladín de la ortodoxia, y en el consewadurismo, que le instala en una distancia dogmática frente a los que piensan de mane­ ra diferente, aferrándose a las formas heredadas de una práctica estereotipada. Todas estas formas derivadas o emparentadas con el fundamen­ talismo rehúsan el contacto con cualquier tipo de ideología «avanza­ da» por presumir, ya a priori, que este contacto es contagio para el mal. Ahora bien, «la modernidad comporta este contacto. El otro vive en la casa de al lado; su presencia envía toda clase de señales inquietantes y perturbadoras a través de los medios de comunica­ ción social, de modo que resulta difícil hacer oídos sordos. La socie­ dad moderna ofrece una base legal para el pluralismo, al pretender que todos los individuos tienen derecho a hacer oír su voz. Precisa­ mente el reconocimiento de esta libertad por el Concilio Vaticano II fue uno de los motivos específicos que llevaron a los seguidores de Mons. Lefébvre a rechazar este concilio. El colegio episcopal en pleno, al aprobar la Declaración sobre la libertad religiosa, recono­ ció los derechos legales de los que viven en el error. Más aún, lo más pernicioso fue que ese detestable pluralismo fue creciendo con el mayor descaro dentro del mismo seno de la Iglesia...»20. 2 . 4 . G rave pelig r o del m o d e r n ism o para la fe La modernidad o el modernismo, en su sentido más amplio, hizo, y hace, que el fundamentalismo cerrase filas frente al peligro que suponía para la fe. Y esto tanto en relación con el modernismo cultural como en su referencia al sociológico y práctico. El moder­ nismo intelectual, ofrecido por un catolicismo más ilustrado que el 20 M. E. M a r t y , art. cit., 395.

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