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20 FELIPE F. RAMOS to mismo y puede estar constituida por ciertas representaciones humanas, incluidas las tradiciones —muy distintas de la tradición— «a menudo lejanas y caducas»1<s. Teniendo como punto de partida el conocimiento más perfecto posible del lenguaje de la revelación —sabiendo distinguir lo que pertenece a la esencia de la revelación y lo que nosotros le hemos añadido, impurificándolo o sirviéndonos de él como vehículo de expresión del pensamiento— , la consecuencia inevitable será ofre­ cer una evangelización no en fo rm a descendente, de arriba hacia abajo, interese o no al que oye de forma paciente y resignada, sino en fo rm a ascendente, desde la miseria humana hacia la elevación divina. Partir de los hechos y situaciones concretas para intentar resolverlos desde la palabra de Dios y las exigencias que impone. La revelación se produce siempre en articulación con la realidad histórico-social, no de forma absoluta, abstracta e invariable por tra­ tarse de la palabra inspirada de Dios. Es su misma naturaleza la que exige la adaptación al destinatario de cada momento para que éste pueda entender al Dios que le habla 17. Otros autores explican el fenómeno integrista-fundamentalista desde la adhesión a un p a sad o mítico , a un «comienzo» al que se hace referencia constantemente. En él se encontraría la solución intelectual y espiritual para todos los problemas que surgirían pos­ teriormente en el decurso de los tiempos. Desde esas perspectivas es lógico el temor a desviaciones derivadas de concesiones ino­ portunas. Se encuentra el fundamento filosófico recurriendo casi exclusivamente a la filosofía escolástica y, en el ámbito teológico, a la teología especulativa, con escasa insistencia sobre «el estudio de los modos históricos de la revelación», y sobre las múltiples exi­ gencias actuales que tienen en cuenta las «necesidades nuevas del mundo». Todo esto conduce a una teología moral en la que se con­ cede poco margen a la moral social y, en el plano de las investi­ gaciones exegéticas, a una actitud muchas veces, aunque no siem­ pre, temerosa ante la utilización de métodos rigurosamente científicos. 16 Y. M archasson , Integrismo, en op. cit., pp. 862-863. 17 F. F. R amos , El Anuncio del Evangelio, en Naturaleza y Grada, 1994, 82.

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