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FUNDAMENTALISIMO BÍBLICO 17 género de lectura encuentra cada vez más adeptos, a finales del siglo xx, en grupos religiosos y sectas, pero también entre los cató­ licos. La última afirmación del párrafo citado de la IBI es una reali­ dad universalmente aceptada. En USA y en las zonas de su influen­ cia el uso fundamentalista que hacen la televisión y la radio han convertido a millones de personas a esta visión fundamentalista, no sólo entre los protestantes, sino también entre los católicos y los judíos 12. 2 .1 . G uardianes de la ortodo xia La reacción fundamentalista tiene una justificación en el hecho siguiente: muchos de los primeros protestantes que recurrieron a la exégesis histórico-crítica partían de presupuestos antidogmáticos. Esto significaba erosionar los fundamentos mismos de la fe. Los fun- damentalistas reaccionaron, lógicamente, rechazando la exégesis crí­ tica. Era necesario absolutamente mantener los fundamentos de la fe cristiana. Era necesario insistir en que todo lo que dice la Biblia es siempre literalmente verdadero, realmente ocurrido tal como se nos cuenta. Por eso, la única forma literaria reconocida por ellos en la Biblia es la historia. Una historia en la que el autor humano que la cuenta es un simple amanuense o un taquígrafo, que se limita a dejar constancia de aquello de lo que Dios es el único responsable. La interpretación literalista-fundamentalista era considerada como el único medio seguro para mantener la inviolabilidad de los fundamentos. A principios de siglo y allá por los años 20 fue diag­ nosticado como un fenómeno nacido enclenque y abocado a una muerte temprana, sin futuro alguno. Pero «el fundamentalismo no sólo ha logrado sobrevivir, sino que ha conocido una prodigiosa expansión. Durante los últimos sesenta años se ha ido alejando de una marginación que le tenía relegado a las zonas más periféricas del protestantismo norteamericano, para ir ocupando poco a poco el centro... Lo queramos o no, nos guste o nos disguste, el movi- 12 R. E. B rown , Hermeneutics, The New Jerome Biblical Commentary, 1992, 1956.

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