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392 ENRIQUE LLAMAS-MARTINEZ La existencia de esa floración de obras teológicas, llenas de ciencia, confiere otra fisonomía a la segunda mitad del siglo XVIII, distinta de la que nos describen algunos historiadores. Hay que matizar los juicios. El mismo Menéndez Pelayo ponía sordina a sus primeras estimaciones, evi tando el radicalismo, en un texto que puede resultar interesante y una clave de valoración para nosotros. Dice así: «No conoce el siglo español quien conozca solo lo que en él fue imitación y reflejo... La vieja España vivía, y con ella la antigua ciencia española y la Apolo gética cristiana, que daba de sí grandes y deleitosos frutos... Justo es decir, para honra de la cultura española del siglo XVIII, que quizá los mejores libros que produjo fueron los de controversia contra el enciclopedismo, y de cierto muy superiores a los que en otros países se componían... Quien busque ciencia seria en la España del siglo XVIII tiene que buscarla en esos frailes, ramplones y cultivados»40. La obra de Consuega es teológica y apologética a la vez. El es «un fraile cultivado», no «ramplón», doctísimo en todas las ciencias, hijo de una tradición cultural, que ha demostrado con evidencia, que «no se per dió todo», lo que era ciencia y teología. Incluso el escotismo consiguió un elevado prestigio en el siglo XVIII. Como exponentes, lo mismo que en el tomismo y en otras Escuelas, contamos con las obras de esos frailes y clérigos, injustamente olvidados, eminentes por su espíritu y por su sabidu ría. Ellos salvaron la ciencia teológica, la filosofía, la historia y la apologéti ca en una España, sacudida por los vientos de unas reformas que resulta ron más destructivas que constructores de nuevas formas de vivir y de pensar. Juan de Consuegra es uno de estos exponentes, entre otros mu chos. Historiadores de hoy comienzan a reconocer este hecho, a medida que progresan los estudios de investigación. Ballesteros escribía, refiriéndose a la segunda mitad del siglo XVIII: «La Escolástica no había muerto; y sus últimos defensores habían de combatir rudamente el enciclopedismo y las otras doctrinas filosóficas que intentaron des terrar para siempre los principios del escolasticismo»41. 40. M. MENÉNDEZ P elayo , «Historia de los Heterodoxos...» I. c., lib. VI, c. 3, pp. 666-667. 41. A. BALLESTEROS y B eretta , «Historia de España y su influencia en la Historia uni versal», t. VI, Barcelona 1932, p. 324. Cita, como exponente, al cisterciense de Veruela Antonio José Rodríguez, autor de Philoteo (1776); a Fray Fernando de Ceballos y Mier (1732-1802), y a fray Francisco de Alvarado, autor enciclopédico y barroco.
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